Arucas, la madre de mis recuerdos

Arehucas, la tierra de nuestros ancestros
donde el héroe Doramas ganó batallas
al invasor y donde fue traicionado
por el conquistador Pedro de Vera
que se adueñó de su escultura corporal
pero no de sus sueños de los bosques
ni del grito de libertad de su tierra.

Arucas, Cuna de nuestro poeta Domingo Rivero
Y de otros ilustres y anónimos ídolos.
De nuestros labradores que hicieron
brotar el mar verde de plataneras
que desde lo alto de su montaña volcán
se contemplaba hasta donde volaba
nuestra vista, ¡no hace tanto tiempo!

¡Ah, Los canteros, artistas de la piedra!,
cuya obra más visible es esa “catedral”
neogótica que pretende besar el cielo
con su impresionante y querida silueta.

Arucas, tus calles mi infancia recorrió.
En ellas anidaron mis sueños adolescentes.
El Colegio de la Salle, donde mi formación
se fraguó con secuelas algo ambiguas.

Tu montaña es un balcón desde el que se divisa
el velero de la Isleta y las siluetas de los barcos.
El perfil amable de la montaña de Cardones
cuyo pago recibió en sus calles mis huellas
inquietas buscando un futuro algo más cierto.

Desde ese balcón se recortan las cumbres.
La grupa de la Montaña de Riquianes,
donde mi tierna infancia allí colocó
su nido entre eucaliptos y granadillos.
La joroba de la Montaña de Osorio
donde los restos de los bosque de laurisilva
allí siguen viviendo en perpetuidad.

La casa de la marquesa, las palmeras
inmensas señalando las lindas casitas
del añejo barrio del Trapiche.
Allá abajo, a lo lejos, Bañaderos
bañándose en la mar atlántica.
¡Qué maguas de mi juventud
gozando de un día de playa
con la familia y los amigos!

¡Arucas, tú serás la madre
de tan hermosos recuerdos!

FÉLIX MARTÍN ARENCIBIA