La condición humana

20 ago 12. Hay veces en que la esperanza por una sociedad y un futuro mejor toca fondo cuando escucho o leo las memeces por las que discute la gente. La crisis de valores y sobre todo el buen trabajo hecho por el sistema para instaurar el pensamiento único y plano ha dado como fruto una sociedad ociosa y apática, además de apolítica, que permanece inmóvil ante este panorama que jamás en estas pasadas décadas de migajas de oro pensaron que ocurriría.

Aquí casi nadie alza la voz para opinar porque Arucas sigue teniendo miedo a hablar por si pierdo tal o cual trabajito, o por si mi asociación deja de recibir este o aquel favorcito. Ese miedo y esa sumisión heredada de siglos de terratenientes y señoritos que aún pervive en los genes. Esa vieja costumbre de poner la mano ante el amo.

Otros, los listos, que no inteligentes, pululan merodeando siglas políticas para que sus hijas o algún familiar sean señalados por el dedo divino del político de turno como elegidos para tal o cual trabajo. O dorándole la píldora al concejal para que mis tractores y excavadoras abran y cierren zanjas o para que mi negocio sea el elegido.

También hay miedo al simple hecho de hablar; porque ser correcto y educado se confunde con discreción o silencio por miedo a desentonar. Hay miedo a ser señalado como transgresor, como conflictivo, o por temor a equivocarse... que se dejan arrastar por la corriente más fuerte que tan solo se bifurca en el bipartidismo poco antes de desembocar juntitos en el mismo mar.

Los hay que callan por ser tiburones alimentados por este sistema corrupto que con leyes a la medida de estos escualos sacian sus apetencias depredadoras. Apenas son marrajos de orilla, aunque muy dañinos en su ámbito de alcance.

Están los hooligans, seguidores aférrimos de siglas políticas, capaces de volver a votar a Rajoy, Zapatero o Paulino porque para ellos no hay vida más allá del sistema que nos ha llevado a esta crisis, tanto económica como de valores.

Arucas es fiel reflejo de cualquier lugar de Canarias o del estado español. Es el resultado de más de tres décadas de falsa democracia y de despiste monumental, alimentada por políticos de turno que aprovechan las debilidades de la condición humana para mantener el status que más les conviene.

Este juego se está acabando. En España, en cualquier momento, habrá un giro total. Yo, por mi parte, nada que objetar a la condición humana que lleva a estas personas a comportarse como hemos señalado. Si alguien se siente aludido, allá él; mañana, si estas malas prácticas desaparecen, lo mejor será olvidar y arrimar el hombro por una Arucas más justa y de progreso.