Terminada la conquista y diezmada la población aborigen, la mayoría de los nuevos pobladores se verán muy pronto sometidos a unas condiciones laborales durísimas (jornadas ilimitadas, adscripción a la tierra, frecuentes abusos y arbitrariedades por parte de los señores del cañaveral y de los ingenios) que explican que, desde un primer momento, se produjesen deserciones por parte de los escasos peones y jornaleros libres. En efecto, estos preferían vivir libres y mejor como menesterales en la ciudad de Las Palmas o marcharse a América, e intentar hacer fortuna rápidamente, que soportar unas condiciones laborales infames. Los hubo quienes se enrolaron en las milicias, a través de las frecuentes levas de 1639, 1662, 1669, 1680, 1684 y 1685 para sostener las contiendas de la Casa de Austria con sus oponentes europeos.
Por consiguiente, las epidemias, como la peste de 1605, las confrontaciones militares y los constantes movimientos migratorios redujeron la mano de obra, hasta el punto que ésta se encareció ostensiblemente. Ello dio pie a que se dictaran medidas muy generosas, con objeto de propiciar e! poblamiento de esta demarcación y ante el temor de desertización. Los portugueses fueron los que mejor se aprovecharon de estas prerrogativas. En aquellos años se habló el portugués tanto o más que el castellano, llegando a preocupar a las autoridades civiles, militares y eclesiásticas. Los maestros de azúcares eran en su mayoría originarios de Madeira. En el siglo XVI reconocemos a un tal Antonio Marrullero y Aparigo, avecindados en Arucas, donde realizaban negocios diversos.
Pero los Lusitanos, por sí solos, no garantizaban la demanda de fuerza laboral. Es por lo que los beneficiarios de datas y suertes de tierra se vieron forzados a procurarse mano de obra cautiva que, entre otras ventajas, sólo requería de un desembolso inicial, rápidamente amortizado por los mismos propietarios, a través de la obtención de trabajo gratuito. Los bereberes destacaron oomo magníficos transportistas (almocrebes) en recuas de asnos, mulas y camellos.
No faltaron los esclavos indios traidos de América. Sin embargo, son los negros, importados desde las riberas del Golfo de Guinea, los que realizaron con eficacia todas las tareas en los cultivos de cañadulce, en el laboreo de los ingenios azucareros y, cuando la actividad estacional decaía, eran trasladados a las mansiones de sus señores para el servicio doméstico. La posesión de un número importante de cautivos constituía un distintivo social que prestigiaba a sus poseedores.
Lo descrito sirve para explicar por qué, desde muy temprano, nos encontramos en Arucas con una abundante población sumisa. Estos solían vivir constituyendo núcleos familiares más o menos estables. A veces eran agrupados en pequeños caseríos. Se dice que la zona de la calle de Los López y el lugar conocido por las Cuevas de La Mulata de Aday (Tabaibal) fueron instalaciones residenciales de esclavos.
Eran frecuentes los casos en que los señores sostenían relaciones íntimas con sus esclavos, por lo que las Sinodales de 1629 y 1735 tuvieron que llamar la atención a los señores que abusaban de ellos. Las protestas de los obispos indican que el aumento de la esclavitud se debía a que las cautivas quedaban en cinta, obteniendo así los señores un mayor número de brazos sumisos, pues los nacidos de esclava heredaban la condición de su madre.
Mercado negrero en Arucas
En donde mejor se puede conocer la importancia real de la esclavitud en Arucas es en los contratos de compraventa. Así podemos ver, en 1524, a un tal Pedro Pérez comprando, a Mayor Acosta, un esclavo morisco llamado Musa. Al año siguiente, Pedro Gil ofrece a un vecino de esta localidad, conocido por Domingo González, un cautivo blanco de doce años. A su vez, este último adquiriente, alguacil de Arucas, traspasó en 1530, a Antonio Mayuelo, una sumisa india de 22 años. A Mayuelo, mercader genovés, lo volvemos a encontrar en 1530 comprando, al entonces alcalde de Arucas, Pedro González, una cautiva llamada Juana, de 30 años de edad y de color negro.
Con anterioridad, en 1529, tuvimos ocasión de encontrar al citado alcalde adquiriendo, al mercader Pedro de Mérida, una negra de 25 años. En la misma fecha, el Regidor Pedro Fernández de Peñalosa cedió la propiedad de un indio varón, por la cantidad de 20 mil reales de vellón, al cañaverero aruquense Bartolomé Martín. A finales de enero de 1532, el "ollero" local Mateos de Beas se hizo con la titularidad del berberisco Baltasarico, que hasta entonces había estado en poder del alcalde de la Cárcel Pública de Las Palmas, Alonso Mateos.
Después de un lapsus de más de 30 años, encontramos nuevas noticias del trasiego de sumisos de unos propietarios a otros, en los que participaron vecinos de Arucas. En 1565, el escribano Francisco Méndez se apropia del cautivo Francisco, que procedía de Magabomba en Africa y había pertenecido al labrador Francisco Hernández. Tres años mas tarde, Bartolomé González, su hermano y otros vecinos de Arucas trafican con una mulata de nombre Juana, que ceden al teldense Juan Moreno por 35 mil reales de vellón.
Singular es el caso de la viuda Mencía de Castro, quien reiteradamente acude a la trata de negros. En 1569, aparece por primera vez vendiendo al mercader Pedro Alvarez la esclava negra bozal Isabel, de 18 años, por la cantidad de 40 mil r.v. De nuevo surge esta ilustre dama, en 1578, comprándole a Melchor Alonso la mulata Catalina y su hijo Francisco en un solo lote. La volvemos a encontrar en 1582 y 1590 adquiriendo al cura de la Catedral, Miguel Martínez, un sumiso negro de 45 años, llamado Pedro, y a Gregorio García otro negro, de nombre Francisco.
Un matrimonio majorero, formado por Juan Delgado y su esposa, mercadea en 1572, enajenando por 30 mil r.v. al negro Pedro, de 40 años, que hasta entonces había estado en poder de Blas Afonso. Al año siguiente, otro Afonso, de nombre Juan y de profesión labrador, entrega a Francisco Campos un esclavo negro de 40 años. En 1576, Juan González cede su propiedad sobre Francisca, negra de unos 14 años, por la cantidad de 47 mil r.v., a Gil Quesada. Seis años después, Juan de Castro y su mujer venden a Jacóme de Mayuelo un negro de 35 años, de nombre Francisco. Al citado De Castro lo encontramos luego traspasando al clérigo presbítero Tomás de León la propiedad de un esclavo morisco, al que llamaban Juan. Media docena de años más tarde, otro vecino, llamado Francisco de Montesdeoca, cedió a Francisco Medina un cautivo de color negro. Otro paisano, Francisco Lorenzo, vende en 1592, al mercader flamenco Daniel Vandama, un negro de 13 años por 39.312 r.v. y al herrero guiense Luis Báez otro cautivo negro, llamado Marcos. El mencionado Lorenzo compró, asimismo, otro negro, llamado Juan, al galdense Baltasar de Quintana. Sin duda, estamos ante uno de los negreros más activos de Arucas, junto con la descrita Mencía de Castro, a juzgar por el número de operaciones de compraventa.
En el año 1594, un tal Francisco Jordán, aruquense también, transfiere a Gaspar de Alarcón, Alguacil Mayor, una morena llamada Barbola, de 40 años. Finalmente, en 1600, advertimos cómo el aruqueño Pedro García traspasa al cautivo Domingo, morisco de 34 años, a Juan Melián de Betancor por 52 mil r.v.
Estos negocios de compraventa de esclavos los conocemos gracias a la labor del profesor Lobo Cabrera y a que fueron compromisos redactados ante escribano. Pero se sabe que la práctica habitual en aquella época eran los compromisos verbales que no dejan huella. En consecuencia, tenemos que pensar que su número fue incalculablemente superior a las someras reseñas descritas.
Los libros de casamientos de la Parroquia del Sagrario en Las Palmas de Gran Canaria nos suministran también unos cuantos casos más sobre esclavos que tienen algo que ver con nuestra jurisdicción. Dos de dichas partidas de casamientos tienen en común el que sus contrayentes, esclavos, procedían de la Costa de Layraga.
Conocemos algunos pocos casos de esclavos que obtuvieron la condición de libertos o manumitidos. Ello fue posible debido a licencia expresa de los propietarios o también a que el propio cautivo se autoadquiría con sus ahorros o pidiendo prestado. Por ejemplo, Vicente Ramos del Pino, negro libre y vecino de Arucas, lo encontramos el 13 de abril en un documento de 1697 comprando un sitio y una cueva de 70 pies en cuadra en el Tabaibal, por la cantidad de 4 reales. Otro ejemplo de manumisión corrió a cargo del célebre Párroco y Bachiller Juan Mateo de Castro, que liberó de su humillante condición al cautivo José Hernández, quien estuvo a su servicio hasta el momento de su muerte.
Origen de grandes fortunas
La obtención de trabajo gratuito por parte de los negreros equivale a rapiña pura y llana. Por_lo tanto, la utilización de los cautivos bereberes y negros en la incipiente organización económica de esta comarca nos sitúa ante una cuestión importante:
gracias al expolio realizado sobre personas cautivas en Africa por la fuerza y vendidas en Canarias, en donde se les forzaba a producir, se pudieron amasar fortunas cuantiosas. Por consiguiente, es lícito pensar que, debido a ello, una gran parte de las haciendas obtenidas por este procedimiento tienen su origen en la degradante trata de negros.
Por lo tanto, las justificaciones que a veces se suelen dar sobre el origen divino de la propiedad privada, sobre el esfuerzo creador de los antepasados o sobre el cuento calvinista de la predestinación no concuerdan con la obstinada crudeza de los datos históricos.
Texto: Ramón Díaz (Dr. en Geografía Humana)
Publicado en septiembre de 1990 en el nº 4 de La Revista de Arucas
1 Comentarios Blogger:
Gran documento histórico qué seguro que la mayoría de los vecinos de arucas no conoce
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