Capítulo XXIII

Levantamiento en Arucas contra Napoleón Bonaparte.—Secuestro de los bienes del Mayorazgo.—Motines en Teror.—Ridícula expedición a Tafira.

A principios del año 1808 estaba la villa de Arucas aterrada por completo con las noticias llegadas de España. Por todas partes no se hablaba más que de Napoleón Bonaparte y de la crueldad de sus tropas, de habernos quitado nuestros Reyes y de la posibilidad de que llegase a estas Islas y cometiese en ellas los mismos excesos que en el resto de la Nación.

La Junta Suprema de Sevilla, especie de Senado que gobernaba el Reino durante la ausencia de Carlos IV, había publicado un decreto en el que se mandaba elegir en cada una de las Islas un diputado que había de marchar a dicha ciudad andaluza, para reunir allí unas Cortes que gobernaran la Nación en aquellas tristes circunstancias (1).

El párroco de Arucas, Don Vicente Pérez de Armas, desde el pulpito pronunció con estos motivos un sermón patriótico, que puede considerarse como un grito de independencia contra el invasor de España (2).

En Las Palmas se organizó un batallón expedicionario que embarcó para la Península a luchar por la Patria, el martes 5 de abril del mismo año (3).

No he podido averiguar qué paisanos nuestros partieron incluidos en la expedición gloriosa, que, dando vivas a la Virgen del Pino, realizaron actos heroicos. Pero sí sabemos que para cubrir los gastos que por esta razón se ocasionaron, vendió el municipio de Las Palmas la dehesa que poseía en la jurisdicción de Arucas, inmediata al hoy pago de San Francisco Javier. (Aún perdura por aquellos el topónimo de "La Dehesa"). (3-A).

Además, la Audiencia Territorial ordenó que fuese llevada en rogativas la célebre y devotísima imagen de Nuestra Señora del Pino desde Teror hasta la "Ciudad", en compañía de nuestro San Juan Bautista y de otras varias efigies. Acto que se llevó a efecto el sábado 16 de julio, pidiendo a Dios la victoria de las armas
nacionales (4).

No eran tan patriotas como los canarios algunos nobles de la Península, quienes ideando sacar el mejor partido posible a las circunstancias, se adhirieron a la causa del intruso rey José I Bonaparte, hermanos de Napoleón. En castigo de tal felonía, la Junta Suprema de Sevilla dio orden de que a estos traidores se les secuestrara los bienes, para cubrir las atenciones del Estado.

Uno de estos desleales fue el Conde de Benazuza, propietario del Mayorazgo de Arucas, por cuya causa le descomisaron las rentas del mismo desde el año 1808 al de 1814, en el que los franceses abandonaron el territorio nacional. Dichas rentas ascendían a ocho mil pesos anuales, por término medio, pero fueron ocultadas de la mejor manera que pudo, por el administrador de tales propiedades, don Pedro Alcántara Déniz, según se desprende de una carta dirigida por este Sr. a don Bartolomé García Romero, vecino de Sevilla y principal de la Casa de Benazuza, fechada el 21 de mayo de 1815. Por esta razón no pagó dicho Conde al Estado si no 20.632 pesos, 6 reales de plata y dos cuartos, cantidad enorme así y todo para aquellos tiempos, en vez de los 64.000 pesos que le correspondía pagar. (5).

También en 1808 estaban soliviantados los ánimos aruquenses, y los de toda la isla, porque aprovechándose del mal estado político reinante, se había constituido en La Laguna de Tenerife una Junta que por cuenta propia intentaba gobernar todo el Archipiélago, sin que se tuvieran en cuenta los acuerdos de la Audiencia Real. Esto dio lugar a que en Las Palmas se reuniese un Cabildo General, integrado en parte por las representaciones de los pueblos del interior y Corporaciones de la Isla; y que habría de inaugurarse el 1° de septiembre. Fueron elegidos por Arucas don Marcos de Matos y don Pedro Castellano, y por Firgas don Francisco Guerra Báez, tomando parte en las asambleas que se reunieron en el domicilio del Canónigo Magistral don Luis de la Encina, Obispo más tarde de Arequipa (Perú); y acordaron enviar a Sevilla representantes activos que consiguiesen del Gobierno la reivindicación de los derechos usurpados, como lo obtuvieron en efecto (6).

Una nueva cuestión cayó sobre Arucas el mismo año. Los vecinos de Teror estaban irritadísimos contra el Sr. Obispo, la Real Audiencia y demás autoridades insulares. El frontis de su iglesia estaba amenazando desplomarse. El Santísimo Sacramento y la Virgen del Pino habían sido trasladados a la ermita de San Matías. Pedían que el templo parroquial se habilitara para el culto en el menor tiempo posible.

No pudiendo conseguirlo porque las circunstancias no lo permitían, hubo en Teror violentas manifestaciones, acordando caer sobre Las Palmas con chuzos y trabucos, sacar de la cárcel a cuantos estaban detenidos por las revueltas anteriores y cometer otros excesos más, según se dijo.

El Cabildo mencionado acordó que el Capitán don Juan María de León saliese de Las Palmas y marchase sobre Teror con una columna de granaderos. Pero como las algaradas parecían ser allí muy grandes, pasó por Arucas el 15 de septiembre, incorporó a su tropa el paisaje armado de esta Villa, con su Alcalde al frente y se encaminaron hacia dicho lugar.

Así que llegaron al barranquillo de Fuente Ortiz (entrando casi en Teror) salieron los vecinos a recibirles con mucha fiesta y cortesía presididos por su alcalde don José Bernardo de Ortega, acto escénico que hizo rugir de cólera al Capitán León.

Aquella misma tarde todos los propietarios del lugar fueron convocados y reunidos en el palacio episcopal. Allí les arengó el Corregidor don Juan Bayle Obregón. Los terorenses se deshicieron en obsequiar a las tropas con danzas, cohetes, golosinas, luminarias y otros regocijos.

Al día siguiente, ya salido el sol, marcharon las tropas de Las Palmas y Arucas con dirección a Valleseco, supuesto nido de tantas conspiraciones, partiéndose en cinco destacamentos que se reunieron donde llaman "El Sobradillo". Enérgico el Sr. León, comenzó las pesquisas, detuvo a los más significados y los llevó bien atados a Las Palmas. A los pocos días los pusieron en libertad, regresando a sus casas muy contentos los paisanos de esta Villa, por haber gozado de tantos bailes, dulces y cariños, donde temieron recibir trabucazos y pedradas. (7).

Pero llegó el 24 de agosto de 1811, día de San Bartolomé, y a los terorenses les presentó el diablo una buena oportunidad para tomarse un pequeño desquite de la anterior "invasión" de los aruquenses. Acompañaba la efigie de nuestro Patrono San Juan Bautista a la Virgen del Pino en procesión de rogativa que se hizo a Las Palmas a causa de la fiebre amarilla que asolaba a la capital, cuando, ya cercano el Castillo del Rey, comenzó a lloviznar. Los aruquenses para que la imagen de su Patrono no se deteriorara, pusiéronle un pañuelo encima de la cabeza, y como era costumbre en el Hospital cubrir con un pañuelo la cabeza a los tinosos, los de Teror comenzaron a hilvanar pullas y chirigotas, suponiendo si San Juan padecería tal enfermedad... Si lo iban a internar en el benéfico establecimiento... Y, por extensión, achacaron la sucia dolencia a todos los aruquenses y a los orígenes de nuestra modestísima industria de "cachorras" ...

Pero como los males no suelen venir solos, tras la pesadumbre que alcanzaron nuestros abuelos con los vecinos de Teror, vinieron a aquejarnos con sus reiteradas pretensiones los ciudadanos del pueblecito de Firgas.

Ello fue que, promulgada la Constitución redactada en las Cortes de Cádiz, creyeron los firguenses encontrarse en situación legal para declararse "independientes", constituyendo un municipio por cuenta propia. Nombraron alcalde, concejales y demás personal propio de un Ayuntamiento, siendo lo más gracioso que terminaron por elegir un "alcalde de Aguas", olvidándose de que el Heredamiento de Arucas y Firgas era una entidad que nada tenía que ver con divisiones municipales, y sin tener en cuenta determinados requisitos de la legislación vigente, cuales eran: tener parroquia, un número determinado de habitantes y no estar sujetos a otra jurisdicción. Razones por las que el nuevo Ayuntamiento fue anulado. Siguieron luego una serie de alternativas, hasta que quedó creado definitivamente hacia el año 1835. (8).

Entre tanto, desde el año 1823, no faltaron en Arucas alborotos de mayor cuantía. Unos estaban en pro y otros en contra del liberalismo que saturaba la legislación promulgada en las Cortes de Cádiz.

Los vecinos de Arucas y Firgas, ignorantes y pobres en su mayoría, azuzados por caciques absolutistas de Las Palmas, junto con los de Moya y Teror, acordaron levantarse en Armas e invadir la capital de la Isla, abolir la Constitución, atropellar a las autoridades y proclamar a Fernando VII rey absoluto de España... ¡Así, como suena!

Después de cabildeos secretos habidos durante los meses de julio y agosto, acordaron los pueblos del norte, dirigidos por el labrador don José Ortega, reunirse en Tafira el domingo 7 de septiembre para caer sobre Las Palmas, junto con los conjurados de los pueblos del sur al siguiente día y realizar sus propósitos.

La cosa llegó a oídos del Jefe Político, que así se denominaba al Gobernador Civil, don Rodrigo Fernández de Castañón, quien vino desde Tenerife con una columna de granaderos, desembarcando el 30 de agosto del mencionado año de 1823.

Los de Arucas y Firgas no se dieron por vencidos, sino que muy en lo proyectado, amanecieron en Tafira el 7 de septiembre, con una gran multitud del centro y norte de la Isla, acampando cerca de Santa Brígida, lugar donde se había estacionado la Junta directiva de todos estos trastornos.

Al día siguiente, antes de que cayeran sobre Las Palmas los "sediciosos", apareció Castañón con sus tropas sobre la montaña de Tafira, cantando himnos patrióticos. Los nuestros, que se hallaban precisamente al pie de dicha montaña, cuando oyeron el estruendo se figuraron que el mundo se les venía encima; y no teniendo a su lado alguien que entendiese de operaciones militares, echaron a correr por aquellos campos, escondiéndose como podían detrás de pistas y tabaibas. Y sin perder un minuto, no pararon hasta regresar a sus casas, oyendo a lo lejos las descargas que lanzaban al aire Castañón y sus soldados hasta el oscurecer, en los cerros y lomas de Tafira. (9). (ver aquí artículo publicado en ArucasBlog sobre el motín)



(1) Alvarez Rixo. Cuadro histórico. Sección 2.^. Párrafos 1 y 4.
(2) Ag. Millares Torres. H* Gral. de las Islas Canarias. T° VIL aa!P° 14. Copia de dicho docum. Archivo del autor.
(3) Alvarez Rixo. Cuadro histórico. Secc. 3.» P.° 1 a 3 y 3 A.
(3-A) A. Millares Torres. Colecc. Roja. C — 1177. Aroh° Museo Canario.
(4) Arch» Catedral. Cabildo espiritual del 15 de julio de 1808.
(5) Copia de los documentos originales, existentes en el Archivo del Mayorazgo de Arucas.
(6) Feo. María de León. Historia de Canarias. Libro ü , párrafo 16.
(7) A. Millares Torres. Calece. Documentos p. la Historia. Tomo 19, doc. 6. Museo Canario
(8) Arcih° Municipal de Firigas. L. 1." de actas. Alcalde: Don Salvador Domínguez.
(9) Ag. Millares Torres. H^ Gral. de las Islas Canarias. Tomo 7.° cap. 4°

Del libro: Historia de Arucas
Autor: Pedro Marcelino Quintana

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