Historia del municipio

Su origen se remonta a la etapa prehispánica. De hecho, su nombre procede del término aborigen Arehucas. Su primigenio poblado fue arrasado por las huestes del conquistador Juan Rejón, en 1479. De este momento, sobresale la denominada “Batalla de Arucas”, en donde murió el mítico caudillo Doramas. Entre los yacimientos arqueológicos destaca el denominado “Cerera”, situado en la falda sur de la Montaña de Arucas y actualmente visitable, tras llevarse a cabo un proyecto de musealización, presentándose, hasta el momento, como el primer y único asentamiento prehispánico integrado en un edificio de uso social, en este caso en una asociación de vecinos.

Superficie: 33,01
Población: 37.542 hab.
Longitud del litoral: 13,37 km.
Altitud capital municipio: 240 mts.
Altitud máxima: 663 mts.

Las investigaciones arqueológicas recientes plantean la presencia de varios yacimientos repartidos por toda la geografía local, lo que hace pensar que la Arucas prehispánica jugó un papel de cierta relevancia en la zona norte de la isla. A los ya conocidos lugares de Hoya de San Juan o Bañaderos, habría que añadir el Barranco de Tenoya, Montaña Blanca, Montaña de Cardones, Santidad, Barranco de Arucas y Cebolla.

Después de la Conquista, Arucas se fue poblando principalmente, a comienzos del siglo XVI, de numerosos caballeros a los que se les entregaron tierras y aguas tras el Repartimiento de las islas, quedando como mayores beneficiarios Tomás Rodríguez de Palenzuela, Lope de Sosa, Hernando de Santa Gadea y Juan de Aríñez, entre otros. Esta incipiente población fue situándose alrededor de la ermita de San Juan, situada en los mismos terrenos que ocupa la actual iglesia, obra aquella de anónimos personajes que operaban en los ingenios azucareros. La actividad generada por estas fábricas, los cañaverales, las obras de regadío, el transporte y la artesanía procuraron suficiente demanda de empleo para ocupar a numerosos jornaleros, esclavos, criados, comerciantes y artesanos, los cuales figurarían registrados como los primeros habitantes con que contó la incipiente “urbe”.

El aumento de la población, ocasionada por la prosperidad económica del momento, determinó que, en 1515, el obispo Fernando Vázquez de Arce elevara la sencilla ermita al grado de parroquia, con pila bautismal y cura propio. De esta forma, Arucas, que venía teniendo la consideración de “Lugar”, obtiene la concesión del título de Villa a partir del 19 de noviembre del año aludido. El aumento de la feligresía impulsa la fundación de dos nuevas ermitas: la de San Pedro Apóstol (1525) y la de San Sebastián (1547). La primera, ubicada en La Goleta, en el punto denominado Lomo de San Pedro, fue construida por Juan Mansel, comerciante francés casado con María de Santa Gadea. La segunda, localizada primeramente cerca de los terrenos del llamado “Teatro Nuevo”, se construyó en 1699, ocupando el espacio en donde hoy se encuentra la Plaza de la Constitución, frente a las Casas Consistoriales, y fue derruida en 1868.

Así se llegaron a constituir dos núcleos denominados “Villa de Abajo”, centro administrativo-religioso, con la parroquia de San Juan, ermita de San Sebastián, Inquisición, Heredad de Aguas de Arucas y Firgas, Milicias de Arucas y Pósito (en pie hasta el siglo XIX), y la “Villa de Arriba”, sede de los ingenios azucareros y que contó, además, con la ermita de San Pedro.

Por otro lado, en esta época destacaron dos eventos, la fundación de la Heredad de Aguas de Arucas y Firgas (1545-46), que posibilitó el auge económico de la Villa, al tiempo que con el transcurrir de los años ha dotado al municipio de un complejo sistema hidráulico (acequias de piedra, cantoneras, presa) de gran valor etnográfico, y la constitución del Mayorazgo de Arucas por Pedro Cerón (1572), que prolonga su existencia hasta 1859, momento en que se vendieron sus propiedades por el proceso de desamortización del siglo XIX.

En cuanto a la fisonomía de Arucas a fines del siglo XVI, podemos decir que la necesidad de contar con terrenos amplios para la agricultura ocasionó que las viviendas se instalaran en las fuertes pendientes de la montaña, dejando libre la zona sur (La Vega). Por lo tanto, las edificaciones se dispusieron de Norte a Sur, siguiendo un esquema radial a partir de la iglesia de San Juan Bautista. Probablemente, la calle de San Juan constituyó uno de los ejes centrales de la actividad, hasta incluso avanzado el siglo XIX. El segundo núcleo, situado en el Lomo de San Pedro, tendría por el contrario una orientación Este-Noroeste. Estas dos disposiciones obedecerían, posiblemente, a razones topográficas y al aprovechamiento de los recursos agrícolas del suelo, originando en consecuencia un trazado laberíntico, especialmente en los alrededores de la Plaza de San Juan. No obstante, el número de viviendas no era muy elevado, adivinándose alrededor de noventa casas de familia de las cuales, según el cronista Pedro Marcelino Quintana, “(…) una cuarta parte era de negros y mestizos esclavos”. No obstante, este incremento ocasionó, tal vez, la necesidad de ampliar hasta tres naves la iglesia parroquial de San Juan Bautista.

Durante los siglos XVII y XVIII, la economía de Arucas vino marcada por un periodo de decadencia, en relación con la brillante etapa precedente. Al hundirse el comercio de los azúcares insulares se procede, en casi todas partes, a su sustitución por los cultivos de viñedos. En los terrenos locales, el viñedo se extendió rápidamente, si bien no conseguirá obtener tan buenos resultados como el anterior cultivo, por lo que se combinó con otros, como el trigo, el millo, las papas y frutales.

El siglo XIX, por el contrario, representó un momento decisivo para su historia urbana, especialmente a partir de la segunda mitad. A nivel económico, la desvinculación de las tierras del Mayorazgo, fruto de las leyes desamortizadoras de Mendizabal y Madoz, significó el comienzo de un gran desarrollo agrícola, con el cultivo de la cochinillla en primer lugar y, del azúcar y del plátano, en segundo término. Estos beneficios fueron invertidos en profundas transformaciones urbanas y en la construcción de numerosos edificios públicos, como las Casas Consistoriales, el Mercado Municipal y la Fuente del Pilar. A su vez, se levantaron viviendas de carácter privado de dos plantas, con lujosas fachadas de cantería local. Estos adelantos, junto a la fundación de dos importantes industrias, aún vigentes, La Isleña (1870) y la Fábrica del Ron (1884), determinaron la concesión, por parte de la reina Regente María Cristina, del título de ciudad (1894).

Ya en el siglo XX, la economía de Arucas sufre una etapa fluctuante, motivada por las dos Guerras Mundiales, la Guerra Civil española, así como la llegada de algunos años de sequía (1931-32). El plátano, que se venía imponiendo con fuerza en la localidad, ve interrumpida su expansión ante el estallido de la I Guerra Mundial, al cesar el comercio de exportación de los frutos canarios a los consumidores ingleses, franceses y alemanes. No obstante, pasada esta crisis, vuelve a convertirse en el basamento exclusivo de la economía aruquense, hasta aproximadamente el declive de 1974, momento en el que se combina con el sector servicios. Este progreso determinó que la población pasase de 12.649 habitantes, en 1920, a 25.010, en 1950.


Actualmente, la población del municipio ronda los 38.000 habitantes, siendo varios los aspectos que actúan como elementos de atracción hacia esta ciudad: proximidad a Las Palmas de Gran Canaria, zona intermedia entre un entorno rural-urbano, valor de su patrimonio histórico-artístico, creación de áreas de esparcimiento, dotación de una completa infraestructura de servicios, amplia oferta cultural, tranquilidad y un largo etcétera, cuyas condiciones, sin duda, inciden en una mayor calidad de vida.

Iglesia de San Juan Bautista: A pesar de que el patrimonio artístico del municipio de Arucas es amplio, podemos afirmar que su máxima expresión se encuentra en el casco antiguo de la ciudad, al resumir a través de su trama urbana, de los monumentos y de los bienes muebles, el proceso histórico de su evolución. Hoy en día, sus características y su nivel de conservación lo han convertido en uno de los Centros Históricos más singulares de la geografía insular- declarado como tal en 1976-, manifestándose como un espacio donde se desarrolla la vida cotidiana, al tiempo que actúa como lugar de la memoria colectiva.

Uno de los núcleos fundacionales de la ciudad es el entorno de la Plaza de San Juan. Su mayor interés, como espacio urbanístico, reside en que en él se concentran de forma resumida casi todos los momentos históricos de la ciudad, descifrados en las tipologías arquitectónicas de los edificios que la circundan. La Plaza de San Juan, aunque data del siglo XVII, adquirió parte de su configuración actual a mediados del XIX. Su aspecto definitivo tuvo lugar a comienzos del siglo XX, cuando se construyó el muro de cantería, decorado con barras de hierro forjado. En las calles que la rodean, se levantan edificaciones tan señeras como la Casa Parroquial, construida en el siglo XVII, por iniciativa del bachiller Juan Mateo de Castro. Constituye uno de los mejores ejemplos de la arquitectura tradicional canaria aruquense, caracterizada por los muros de mampostería y la cubierta de teja árabe, en esta ocasión, a cuatro aguas. En el interior se encuentra el habitual patio canario, con corredor de madera de tea. Asumen estas particularidades las casas construidas en este municipio, a semejanza del resto de las islas, desde el siglo XVI al XVIII, aproximadamente.

En el otro lado de la plaza se sitúan dos viviendas de gran prestancia: la Casa Barbosa y la de Rafael Ponce de Armas. La primera refleja los principios clásicos de la arquitectura de finales del siglo XVIII y principios del siguiente. La segunda vivienda sigue la misma pauta constructiva, diferenciándose de la anterior por la mayor decoración pétrea en la fachada. Como reflejo del poder de la burguesía y de la moda estética, Los estilos predominantes en Arucas, a finales del siglo XIX y comienzos del XX, son el neoclasicismo, el romanticismo, el eclecticismo y el modernismo.

Desde la plaza sobresale la silueta de la Iglesia de San Juan Bautista (1909-1977). Convertida hoy en el emblema de la ciudad, fue construida siguiendo el diseño neogótico del arquitecto catalán Manuel Vega March. Destaca por su elaboración en piedra, sin tecnología de ningún tipo, surgida de la habilidad de los labrantes aruquenses -artesanos de la piedra-. No podemos perder la oportunidad de entrar para dejarnos atrapar por su interior, que resulta envolvente y misterioso, tanto por la esbeltez de las líneas arquitectónicas como por los efectos lumínicos de las vidrieras, realizadas por la casa francesa Maumejean et Freres. De incalculable valor es su patrimonio mueble, destacando la primitiva imagen de San Juan “el chico” del siglo XVI, las imágenes del Nazareno y la Verónica, con las que se celebró la primera procesión del Paso en Arucas, en 1741, así como Ntra. Sra. de los Dolores (1852) y San Juan Evangelista (1853), del escultor Silvestre Bello Artiles. Sin embargo, una de las representaciones que genera más devoción y admiración es, sin duda, el Cristo Yacente, obra del artista aruquense Manolo Ramos González (1899-1971). Realizada en madera hacia 1940, destaca por el tratamiento del desnudo y por el poder expresivo de su cabeza, mostrándose este artista como un gran conocedor del cuerpo humano. Por último, sobresalen las pinturas barrocas del canario Cristóbal Hernández de Quintana, que se pueden contemplar en la capilla del Baptisterio.

Si abandonamos la plaza para continuar por la calle Herrería, llegaremos a una de las vías más antiguas de la ciudad llamada San Juan. Este entorno, entrelazado de calles adoquinadas, ofrece al visitante un atractivo especial por la estrechez de la misma, haciendo que algunos edificios adquieran formas un tanto gigantescas. En la calle sanjuanera destacan dos edificaciones realizadas en diferente época. En primer lugar, la Casa de los Pérez, de finales del siglo XVIII, muestra en su fachada arcos conopiales y mixtilíneos de rasgos mudéjares. Un poco más abajo, se levanta una ingente construcción de finales del Diecinueve conocida como Casa Caubín o Martín. Sobresale por la belleza de los motivos vegetales que engalanan su frontis, así como por los elementos florales que se diseñan en la madera que compone sus puertas y ventanas.

Casa de la Cultura. Conitnuamos bajando, hasta encontrarnos a la izquierda con la recoleta Calle Gourié. Aquí se encuentra laCasa de la Cultura. Se trata de una antigua vivienda canaria del siglo XVII, caracterizada, en su interior, por un patio desde donde asoma un espléndido corredor de madera. En este silencioso ambiente, enriquecido por la presencia de un drago centenario, se ha instalado la Biblioteca pública del municipio, tras la intervención del artista aruquense y de reconocido prestigio, Santiago Santana Díaz.

Salimos para continuar nuestro camino por la calle de León y Castillo, que desemboca en la Plaza de la Constitución. En esta calle se levantan varios inmuebles del siglo XIX, como la Casa Grau Bassas, reedificada en 1892 por el arquitecto Laureano Arroyo en estilo ecléctico. Hoy en día es la sede de la Fundación Canaria Mapfre Guanarteme, en la cual se ofrecen numerosos actos en las diferentes salas dedicadas a exposiciones, conferencias, sala de estudio y biblioteca.

Seguimos andando hasta encontrar la Plaza de la Constitución, alrededor de la cual se sitúan las Casas Consistoriales (1875) y el Mercado Municipal (1882). Ambos inmuebles fueron trazados por el arquitecto José A. López Echegarreta en estilo ecléctico, sobresaliendo por la decoración vegetal pétrea. Justo al lado, una espléndida portada de piedra nos abre el camino hacia el espacio del Párque Municipal. En su interior se encuentran las dependencias de la Oficina de Informción Turística, con una sala dedicada a la exposición de diferentes trabajos realizados por los artesanos del municipio (cantería, cestería, cuchillos canarios, calados y bordados, metracrilato). Al lado derecho se sitúa el Museo Municipal, vivienda que constituyó en el pasado la residencia de la familia del Mayorazgo de Arucas y, posteriormente, la de Gouriè. En un sugestivo ambiente, se han abierto de forma permanente al público varias salas dedicadas a artistas aruquenses, como las de los pintores Santiago Santana y Guillermo Sureda, la del escultor Manolo Ramos y, por último, la sala dedicada a las esculturas de Abraham Cárdenes y sus alumnos.

En los alrededores se encuentra el Parque Municipal, con una extensión aproximada de 10.000 mts.2. Cuenta con plantas de todos los continentes, integradas en un medio en el que la presencia del agua, que pasa a través de las acequias, y de las aves juegan un papel muy importante. Desde la avenida superior del parque pueden verse varios edificios de gran porte, destacando el antiguo edificio del Casino de Arucas, donde además se aloja la Farmacia de Megías, que aún sigue mostrando un artístico mobiliario. Actualmente, este inmueble se está acondicionando para acoger, en fechas próximas, un Hotel Restaurante Escuela. Por último, cabe mencionar, por su indudable valor arquitectónico, la Heredad de Aguas de Arucas y Firgas. Este inmueble, construido en 1912, constituye la sede de la comunidad propietaria de las aguas para el regadío. Su papel en la vida económica del municipio ha sido de gran importancia ya que, como hemos comentado, se le debe la construcción de casi todo el sistema hidráulico destinado a distribuir y contener el alimento de los cultivos.

Terminamos nuestro recorrido visitando las Destilerías Arehucas para conocer, además de sus instalaciones, un interesante Museo del Ron, en donde se guardan numerosos barriles firmados por distintas personalidades. La visión de este itinerario que acabamos de realizar se puede completar con la magnífica panorámica que nos ofrecen los miradores ubicados en la Montaña de Arucas, desde donde puede observarse, en medio de un agradable jardín, todo el municipio, la costa norte y buena parte del interior de la isla.

Además, todo el municipio nos muestra una amplia variedad de manifestaciones de carácter popular, que enriquecen el panorama cultural de la localidad. A ello hay que sumar el sabor de numerosos rincones, elementos etnográficos –cantoneras, molinos, acequias, hornos de tejas, salinas-, esculturas en la calle, plazas y parques.

Buena parte de la actividad artesanal del municipio se ha centrado en el trabajo de la “piedra azul de Arucas”, pudiendo ser anterior esta tradición al siglo XVII. Sin embargo, en otros tiempos, la producción de tejas y ladrillos también jugó un papel importante en la artesanía aruquense, aunque primó el trabajo de la piedra por sus características.

Otras actividades artesanales llevadas a cabo por personas del municipio son el tallado de la madera, la construcción de instrumentos musicales, los trabajos de cestería y palma, la elaboración de cuchillos canarios, calados y bordados, cerámica, joyería en plata, metracrilato…

Entre las fiestas más destacadas del municipio se encuentran las de carácter religioso, principalmente las del patrono San Juan Bautista, en los días 23 y 24 de junio, sobresaliendo las procesiones por las calles antiguas de la ciudad, las tradicionales hogueras y fuegos artificiales, así como la Romería, donde hombres y mujeres vestidos de típicos danzan al compás de la música folclórica canaria. En los diferentes barrios y pueblos también se celebran las fiestas de sus santos patronos. Además, en los meses de marzo y abril, en todo el municipio se realizan las tradicionales procesiones de Semana Santa, algunas espectaculares, como la procesión de la Soledad en Montaña de Cardones, donde al amparo de la noche se encienden numerosas hogueras en la montaña.

Alicia Hernández Padrón
Guía Turística y Cultural del Norte de Gran Canaria

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