CAPÍTULO VIII

Fiestas de San Juan Bautista a principios del siglo XVI -Los torneos -Faenas de la industria azucarera -Tala de nuestros montes.

Pequeña nuestra Villa, tenía en sus constantes faenas, además de las fiestas de precepto, un día de esparcimiento, un paréntesis alegre; en que esclavos, isleños y demás infelices, reían y gozaban, ahuyentando sus penas: era el día de San Juan Bautista.

La función religiosa consistía en una misa cantada por frailes , o clérigos seculares venidos de Las Palmas; con sermón, sin procesión alguna, por no haber del Santo imagen de bulto, sino pintada en un lienzo, en la que el Patrono aparecía acompañado por otros bienaventurados (1).

El espectáculo principal de los regocijos consistía en un torneo, antigua diversión muy usada en Castilla; un tanto bárbara, pero plena de emociones caballerescas. Solía verificarse en esta población por haber en ella algunos caserones e inmediatos ingenios en los que podían albergarse desde la víspera, hidalgos, militares y gente de la nobleza; que por conquistar una hebrilla de honor con que bordar su historia, se sentían capaces de dormir una o varias noches en campo raso, junto al caballo, compañero de sus proezas, cobijados al amparo de un laurel; pobres de dinero, ricos de ideales y soñando con las glorias de su espada.

Desde el amanecer veíase llegar el gentío de todas partes: arrieros, vendedores, escuderos, damas y donceles que alegraban estos vericuetos, con la vistosidad de sus atuendos, sus gritos y sus risas.

Preparábase una suerte de tierra que se adornaba con flámulas y gallardetes, toldos y estrados para comodidad de las damas y ostentación de las autoridades. Los demás de la concurrencia, es decir, la gente del pueblo, colocábase en torno al terrero, dejando en medio como plano de liza el mayor espacio posible.

Situábanse allí los combatientes, vestidos con reluciente armadura militar de la época, casco con airosos plumachos, lanza en ristre, escudo embrazado, pintados en él los emblemas de sus hazañas o las de sus antepasados; y montados en fogosos caballos.

Puestos los caballeros uno frente al otro y dada la señal de trompeta, y al galope de sus alazanes embestíanse tan rudamente con las lanzas, que en ocasiones, éstas volaban hechas pedazos. Teníase por villanía herirse en los muslos o matar a los caballos, El golpe más lucido consistía en derribar uno de los contendientes al otro sin dañarse. Las embestidas podían efectuarse hasta tres veces; y si a la tercera ninguno de ellos quedaba vencido, teníase a ambos por sujetos de valía y a propósito parala carrera de las armas.

Si alguno de los participantes alcanzaba la suerte de vencer a su contrario, los aplausos y vítores atronaban el espacio. El triunfador dirigíase al lugar donde estaba la dama de sus pensamientos, apeábase del caballo, doblaba en tierra su rodilla, y en premio de su victoria recibía una flor de siempreviva, un capullo de rosa, o despojándose la bella del ceñidor que ajustaba su cintura adornaba con tal prenda al doncel, a guisa de banda de honor, desde un hombro al costado contrario. Preseas que él guardaba como recuerdos de una juventud brillante (2).

Acabados los juegos y torneos, los hidalgos ocupábanse de lleno en la agricultura, viéndoseles con frecuencia descalzos, descubiertas la pantorrillas, pulsar el arado, manejar el bieldo en la era, guiar un carro de bueyes o dirigir las faenas de un ingenio.

¡Los ingenios! Estas fábricas, entonces muy rudimentarias, consistían en varios departamentos de gruesas paredes, amplios portalones, bajos los techos; y destinado cada uno a un fin particular. En uno de ellos estaba el molino o prensa en que se exprimía la caña, movido por un salto de agua o por fuerza de animales. El jugo de la caña era llevado a otro local: el cuarto de las calderas, llamado así por haber en él grandes tachos de cobre con sus fogones correspondientes, donde se hervía el dulce líquido, añadiéndole algo de cal que deshiciese un ácido que por su naturaleza contiene la caña y que impide la solidificación del azúcar.

A medida que el líquido hervía, tornábase oscuro y espeso, cubriéndose de una espuma verdosa, que le iban quitando con grandes cucharones agujereados, para que el azúcar resultase más purificado. Alcanzado el punto conveniente pasábase aquella materia a otro salón, donde en unas tinajas, llamadas enfriaderas, se batía constantemente. A medida que se iba enfriando, se condensaban en la superficie unos cristales oscuros que no se disolvían en la miel y que eran extraídos con espumaderas especiales. -Así, expuesto a grandes rasgos, se fabricaba el azúcar moreno en pasadas centurias. A fin de purificarlo, colocábase este azúcar en una especie de foniles de mucha capacidad, se prensaba y luego era cubierto con una capa de barro, cuya humedad era causa de que se fuera desprendiendo la miel sin que se disolviese el azúcar, miel que salía por la parte interior de los referidos embudos. Al cabo de quince días, mediante este procedimiento obteníase un azúcar blanco, no tanto como el de hoy, pero de gruesos cristales, parecidos a los que vemos en las botellas de anís escarchado.

Además de las dependencias descritas, tenían los ingenios bodegas para la miel, almacenes para el azúcar, que se depositaba en casas, viviendas para los esclavos, cuartes para la leña, otros almacenes para repuestos de la industria y aperos de labranza, horno de tejas, molino de harina y una campana para dar las señales de entrada y salida de trabajo (3).

El continuo desmonte de los terrenos, los incesantes cortes de leña para alimentar el fuego en la industria azucarera, los probables incendios y las inacabables talas para obtener ricas maderas que eran buscadas en la Península para la ebanistería, dieron lugar a que los bosques próximos a nuestra Villa se fuesen aniquilando por completo. A esto pudieron contribuir las Reales Cédulas de 1501 y de 1519, por las que se establecieron determinados impuestos por el corte de la madera; siendo la Selva de Doramas la más explotada de todas ellas; llegando la desolación a tal punto que fue necesario prohibir el corte de árboles, por R.O., en 1549 (4).

Debido a tan fatal imprevisión las lomas de Arucas, que ofrecían uno de los más bellos panoramas de Gran Canaria, hoy las vemos áridas y resecas.

(Para evitar repeticiones, en los capítulos sucesivos, téngase en cuenta que las iniciales significan (Archivo parroquial de Arucas).
(1) A.P.A. Lº I de Fábrica. Inventario hecho el 29 de marzo de 1556.
(2) Gómez Escudero. Hª de la Conquista de las Is. Canarias. Capítulo 15°
(3) Archivo parroquial de Telde. Testamento de Cristóbal García del Castillo, otorgado ante el escº. público Hernán Gutiérrez, en 14 de enero de 1539. Y Millares Torres, Historia
Gral. de las Islas Canarias. Tomo V, pág. 171.
(4) P. José de Sosa. Topografía de la Isla de Gran canaria. L°. II, capítulo 16. Y A. Millares Torres. Historia Gral. de las Islas Canarias. Tomo 7°. Libro 16 Capítulo 8°.


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