Vivencias del postfranquismo y la Transición en Arucas
17 dic 15. Por aquel año 1975, el Instituto de Tamaraceite, al cual fuimos desviados los estudiantes de Arucas, era un hervidero de reivindicaciones políticas entre aquella generación de jóvenes a punto de asistir a la muerte de la dictadura franquista. Allí se dieron cita jóvenes de ambiente semirrural y una juventud capitalina con un halo de progresía propiciado por un puerto franco como el de La Luz que por aquellos años era la primera entrada de "nuevos aires" provenientes del extranjeros de todo el estado español y que tuvo como icono el colorido y multicultural Parque de Santa Catalina y alrededores.
Había de todo: troskistas, maoístas, anarquistas, socialistas, republicanos, fachas, extremistas, franquistas, locos, ilusos, analfabetos políticos... y sobre todo, una generación que "mamó" ideologías por un tubo debido sobre todo a la posibilidad de acceder a cierta literatura semiclandestina y al aire fresco de sonidos anglosajones y tendencias nórdicas que por La Luz penetraban.
En aquel instituto, semicaótico y masificado, abundaban convocatorias "a la zorrona" llamando a las reuniones semiclandestinas de los González Vieitez o Rodríguez Doreste en los sótanos del centro educativo para arengar a aquellos jovenzuelos un tanto ingenuos en asuntos politicos.
Por aquellos años caló muchísimo en Canarias la voz radiofónica de "Canarias Libre", que desde Argel emitía Antonio Cubillo y el MPAIAC, sintonizada a duras penas desde mi casa gracias a chapucillas con cables y antenas, o algo parecido, que mi hermano logró montar para desgracia de mi madre que se comía los nervios alertándonos de que la policía aparecería en cualquier momento para meternos en la cárcel.
Tres años fueron suficientes para que, a la par que se abandonaba la bisoñez, se fraguara una consciencia política y social que los "padres de la transición" frenaron en las urnas al impedirnos votar en el referendum de la Constitución de 1978 a dos millones de jóvenes por no alcanzar la edad de 21 años. Un hecho nada casual porque tal cantidad de votantes un tanto "puestos en el asunto" era un riesgo para el poder que buscaba el "SÍ" que pasara página al franquismo sin grandes sobresaltos con una Constitución "vendida" como documento para hermanar a las dos españas.
Por aquellos años, del 77 al 82, en mi barrio semirrural unas elecciones se asimilaban a una fiesta donde se reencontraban amistades y familiares tras cierto tiempo sin verse. El ambiente se palpaba desde primeras horas en bares y rincones con charlas interminables entre una generación que vivió y sufrió de lleno el franquismo y unos jóvenes "peludos" tan cargados de ilusiones como de lagunas.
Alrededor de las mesas electorales las colas se alargaban hasta bien tarde y en ocasiones el horario de cierre debía posponerse para atender la demanda de votantes. Colas variopintas donde abundaban analfabetos sabios y analfabetos crónicos, bachilleres listos y bachilleres tontos, republicanos irreductibles (los menos), lameculos del patrón terrateniente o aguateniente... pero había sobre todo buena gente, gente auténtica llena de humanidad y de valores. Y mucho crucifijo.
Adolfo Suárez, Borbón, UCD, Fraga, Alianza Popular, Falange, González, Guerra, Unión del Pueblo Canario, Cubillo, asesinatos de Javier Fernández Quesada y Bartolomé García Lorenzo, El Rubio, golpe de estado del 23 F, asesinato de Atocha, ETA, GRAPO, Carrillo, grises de porra y gatillo fácil, etc etc etc conformaron una convulsa etapa política y social que derivó en la prefabricada victoria del PSOE de Felipe González en 1982.
Aquella efervescencia se desvaneció sin saber por qué tras pocos años con Felipe González en el poder. El desinterés por la política comenzó a generalizarse una vez entrados en la OTAN y en la Unión Europea, agudizándose en la década de los 90 y llegando a ser sonrojante en los tiempos del boom de la burbuja inmobiliaria a comienzos de este siglo.
Algo no me encajaba. Tardé unos cuantos años en comprenderlo, pero eso es otra historia.
Este 20D, salvando distancias, se asimila. Se acabó el bipartidismo y asistimos a un cambio de ciclo que ojalá no revierta una vez más en bucle. La conversación política está en la calle, en los jóvenes, en bares, en televisión; algo inusual hace apenas cinco años; pero ojo, que los tempos, al igual que entonces, los marcan ciertos poderes y no el pueblo.
J.G.S.
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