El mercadillo del domingo en España



15 dic 15. Han perdido ya del todo el respeto a la gente porque ninguno escapa a la tentación de convertir estas elecciones generales del 20D en una feria de oportunidades y saldos donde cada cual vende toda clase de variedades que si sumáramos su cuantía y su valía no habría presupuesto para saldarlas.

La globalización se ha apoderado del viejo rastro que ahora enfatiza en la pose, la imagen, los gestos ensayados, los bailes, la telebasura... que se anteponen al género para emular al todopoderoso Tio Sam.

Los dueños de la feria siempre ganan. Igual suministran al rojo que al azul, al morado y al verde o al naranja... proporcionando mejor ubicación y logística a quien se ocupe de sus stocks y excedencias a punto de caducar y excluyendo a todo aquel que tenga la osadía de no pasar por caja.

En este rastrillo dominguero abundan clientes y visitantes con preocupantes síntomas de amnesia al reincidir en merodear en torno al mismo kiosko atraídos esta vez por una renovada gama de envases con etiqueta azul que igual sirven para envasar carne de ave carroñera que agua bendita de algún ministro.

Su dilatada experiencia en ventas les destaca en fabricar sucursales como estrategia para romper los precios del mercadillo con los llamativos tonos anaranjados de su nuevo kiosko y sus irresistibles rebajas para resarcir el bajón en ventas de los azules ocasionado por su empeño en ofertar retales pasados de moda.

La gran sorpresa saltó en Canarias al exhibirse adosadas las mesas expositoras del capullo rojo y del verde sanitario, enemigos por naturaleza que ofertan mercancía común a una clientela que no recuerda los tarros de humo con etiquetas de frambuesa que les vendieron la pasada semana.

Cualquier mercadillo que se precie ha de ofrecer pluralidad y colorido para atraer a la clientela más exigente. Este apartado se solventa con mantas moradas a ras de suelo llenas de iconos, estampitas y mitos que se dan cita como productos más etéreos cual inspiración de aprendices de poetas. Reacios a someterse a la coyuntura, partidarios de reformar el recinto ferial sin desmantelarlo, apasionan al cliente con renovados bríos para grandes cambios que no incomoden en demasía al todopoderoso feriante.

Están los autóctonos en su puesto de siempre. Compinchados con el feriante con quien comparten beneficios a cambio de una situación estratégica para su kiosko montado justo al paso obligado hacia el interior del recinto. Su estrellada tricolor "robada" y el olor a papas arrugás importadas de Israel les identifica entre la multitud.

Plasmas en lugares estratégicos de la feria retransmiten debates entre los kiosqueros bombardeando a la clientela con ofertas y saldos a cual más atrevido.

Como percepción digna de destacar, en los alrededores del recinto mercantil se agolpan kiosquillos de excluidos donde en ocasiones superan a los del interior con mayor calidad, inspiración, arte y variedad, aunque agravados por precios más elevados debido a su origen no proveniente de los dueños del mercado. Este handicap se complica por ser estos además objeto de sospechas que, fundamentadas o no, siempre provienen de las estrategias de marketing y del poder mediático de los plasmas donde vociferan los dueños del mercadillo.

Críticos de este sistema de mercadillo monopolizado rechazan estos recintos por considerarlos instrumentos de control de masas, argumentando que al expulsar opciones a las afueras del rastro por no pasar por caja, acabamos comiendo, vistiendo y pensando lo que al mercader le interesa.

J.G.S.

Esto es el rastro señores
vengan y anímense
que aquí estamos nosotros
somos Papa Noel.
Le vendemos barato
con el precio en inglés
somos todo lo honrados
que uste quiera creer

Se revenden conciencia
recompramos la piel
nos vendemos de cara
le compramos a usted
y si quiere dinero
se lo damos también
usted lo da primero
y nosotros después

Patxi Andión

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