Arriba y abajo (Moraleja)

3 dic 14. Érase una vez un pueblo que se lamentaba de que arriba, en su montaña, su insuperable atalaya con sus apropiados miradores permanecieran cerrados imposibilitando el disfrute del paisaje y el placer de compartir mesa o café con amigos o familia en las instalaciones que fueron en otra época reclamo del turismo nórdico y lugar frecuentado por los de abajo.

La ilusión renació cuando anacrónicos títulos nobiliarios invierten su dinero y obtienen dinero de todos nosotros para asfaltar el acceso. A la inauguración acudió la crémme de la crémme de esta ínsula y la casta política municipal a por la foto de rigor. Incluso la ventaja de tener ciertos contactos hizo que días después uno de los representantes del opio del pueblo se diera cita en La Corona.

Una vez cortada la cinta, los de abajo se disponen a probar la remodelación de su querida montaña y suben con la ilusión a cuestas, unos a recordar viejos tiempos y otros a por la novedad; pero vuelven pa' abajo con la cabeza gacha y una sensación agridulce que no logran entender. Y es que seis camareros para servir un café no parece negocio, y tanta inversión no se rentabiliza con los de abajo.

Hubo un tiempo en que por Canarias cayeron migajas de oro que deslumbraron a los de abajo, y los sueños de la clase media de imitar a los de arriba, con horteradas incluidas, se hicieron realidad; la misma realidad que ha puesto a cada uno en su sitio, los de arriba... arriba y los de abajo... abajo. Eso sí, por ahora, el paisaje es gratis.