Desde esta orilla del Guiniguada
10 feb 12. Félix M. Arencibia
Queridos amigos lectores:
Hoy la mañana amanece poco animada por un Magec un tanto perezoso que se asoma tímidamente a la ventana del día, ¡quizás esté así por las noticias de la actualidad! Hoy quería animarles a leer un libro de nuestro escritor Luis Junco. Se trata de su última obra “Viejas cartografías de amor”, publicada por Ediciones de La Discreta. Dicho texto conforma una trama novelesca en la que la pasión amorosa es la protagonista. En ella el autor muestra una vez más su fascinación por las cartas como medio de relacionarse. Puede que ello proceda de una vieja magua que ha quedado prendida en las telarañas de su infancia y que se resiste a morir a pesar de las nuevas técnicas de la comunicación. Luis Junco, el escritor satauteño, ha publicado tres títulos que confirman esta mencionada nostalgia: “Cartas americanas de Prudencio Armengol”, “Las cartas de Santa Teresa” y este último del que nos ocupamos.
Como les decía, amigos, el amor es el sentimiento protagónico de “Viejas cartografías de amor”, una novela corta de estimulante lectura. Luis Junco describe este sentimiento con exquisita sensibilidad y detalle. En especial el que encarnan Mercedes y Francisco donde su maestría y el manejo de las sutilezas del espíritu se dan de la mano para confeccionar un bello tapiz narrativo. La timidez y el ensueño los dibuja como en un cuadro a plumilla, pero coloreado con los tonos suaves de la acuarela. Estas historias de amor que nos cuenta el escritor canario nos traen a la mente las obras que dedica el maestro Gabriel García Márquez a este mismo sentimiento. Así tenemos “Amor en tiempos del cólera”, “Del amor y otros demonios”, “Memoria de mis putas tristes”. Es difícil dar con una obra de Márquez en la que no celebre y describa la pasión entre enamorados.
Volviendo queridos lectores a la novela “Viejas cartografías de amor” hemos de constatar otros matices de los afectos como lo son el de Micaela y Mauricio y el de Antonia e Isidro Corrigüela. Ambos están más pegados a la tierra, más condicionados por las necesidades de la cotidianidad que el de Mercedes y Francisco. El de Mauricio y Micaela se prestan al filosofar del ambicioso, aunque también tocado por el ardor amoroso, Jesús Ramírez, ayudante del juez. El de Antonia e Isidro es un amor en el que se intercalan otros aspectos como es el caso de la aspiración de Antonia por una vida diferente, más confortable, de relaciones con las élites que le saquen del marco de las pequeñeces de miras del pueblo. Ello contrasta con el apego feliz de su marido a una vida sencilla de pueblo en contacto con los problemas de la gente más humilde.
El caciquismo que se ha penetrado a través de tiempo en el alma de los aldeanos se encarna en el poder del cacique que está representado en “Viejas cartografías de amor” por Juan, el párroco, y el aspirante a serlo, el ya mencionado Jesús Ramírez, ayudante del juez Benítez. Frente a las fuerzas del caciquismo más añejo surgen las del progreso, representadas por la masonería que quiere darle un vuelco a la historia del oscurantismo y dominio de unos pocos.
En la obra de Luis Junco, amigos, aparece el paisaje y la idiosincrasia de la villa donde se desarrollan los hechos. El autor conoce el terreno que pisa, que vive en su memoria y lo plasma en el fondo del lienzo literario que logra crear. Lo hace como lo han hecho otros escritores canarios que podrían ser Rafael Arozarena, Víctor Ramírez, Luis León Barreto en sus obras más destacadas como son “Mararía”, “Nos dejaron el muerto” y “Las espiritistas de Telde”. A ellos podríamos añadir a don Benito Pérez Galdós en el que sus obras destilan canariedad por los poros de sus obras a través de bastantes expresiones y vocabulario isleño. Ello a pesar de desarrollar su vida literaria en Madrid, al igual que le sucede, en parte, a Luis Junco. Incluso podríamos poner un ejemplo entre otros tantos, el de William Faulkner con su prosa incrustada en el alma de su Misisipi natal, en obras como “Intrusos en el polvo” y “Luz de agosto” y otras. La infancia y la adolescencia son, amigos, los territorios que conforman las patrias de los seres humanos y puede que con algo más de fuerza, por su sensibilidad, en las de los creadores. Esta expresión particular en una obra literaria del lugar e idiosincrasia de lo vivido es lo que le da el rango de universal.
Compañeros lectores, la obra “Viejas cartografías de amor” se puede leer de un tirón o paladearla sorbo a sorbo. Es interesante que la lean y elijan la forma, yo lo hice poco a poco, deleitándome en la contemplación de su paisaje literario. Otras obras de Luis Junco son: “Barranco viejo”, “El asesino de adelfas y otros crímenes de provincia” y las mencionadas “Las cartas americanas de Prudencio Armengol”, “Una carta de santa Teresa” etc. Estas dos últimas han sido publicadas en Ediciones La Discreta.
¡Merece la pena leerla! ¡Hasta pronto, amigos!
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