19 ene 11. Desde esta orilla del Guiniguada
Félix M. Arencibia.
Era una tarde invernal vestida de azul que destilaba algo de nostalgia y una pizca de ensoñación. Doramas Martín dirige sus pasos por las añejas calles del barrio de Vegueta. Llega a una casa antigua con una fachada de perenne piedra. Es el templo donde habita el recuerdo vivo de nuestros antepasados, los primeros canarios. Se trata como es lógico del Museo Canario. Entra con el máximo respeto, como lo hace al menos una vez cada año. Al acceder a su interior le viene a su mente la imagen de ese gran estudioso y amante de lo nuestro que fue el Dr. Gregorio Chil y Naranjo.
El Dr. Chil era un hombre cosmopolita nacido en los inicios del segundo tercio del siglo XIX (1831) en la ciudad de los faycanes, Telde. Su tío, Gregorio Chil Morales, le inocula el interés por el estudio de la historia de los primeros canarios. Le anima y ayuda a estudiar en la Universidad de la Sorbona de París. Mientras, Doramas recorre con la vista las vitrinas del museo y se para ante una de las momias ¡Qué pueblo tan civilizado tuvo que ser para practicar la momificación!, exclama para sí. Recuerda las relaciones que algunos estudiosos establecen con el Egipto faraónico.
Otra vez el pasado atrapa a nuestro profesor. Recuerda que a mediados del siglo XIX regresa el Dr. Chil a Canarias. Se dedica de lleno a la creación de una importante obra dedicada al estudio de nuestro pasado: “Estudios Históricos, Climatológicos y Patológicos de las Islas Canarias”. Para su realización acude de nuevo a Francia y participa en varios congresos de antropología. Con esta obra tuvo problemas ante el oscurantismo religioso y político de la época. El obispo Urquinaona condena la lectura de su obra y cuando quiere casarse le niega la administración del sacramento.
Junto a Víctor Grau-Bassas, Juan Padilla y otros pioneros funda el año 1879 nuestro Museo Canario. Demuestra su generosidad por lo nuestro, dedicando toda su vida al estudio de nuestra historia. A su muerte ocurrida en el año 1901, dona todas sus propiedades al Museo, para que éste se pueda mantener independiente. Ninguna sigla política se puede adjudicar dicho patrimonio, pues pertenece a todos los canarios. Por cierto, ha pasado muchas penurias por no recibir apoyo de las instituciones políticas correspondientes. Ahora amparándose en la manida crisis económica. Sin embargo, gastan bastantes millones de euros en cultura foránea y en infraestructuras faraónicas innecesarias.
Una pena, piensa Martín, que todavía queden muchos canarios que no conozcan nuestro pasado. En una colonia dependiente el conocimiento de lo propio no se motiva, más bien se nos mantiene alejados y se da prioridad a otras culturas que poco tienen que ver con nosotros. Esta ignorantación y papanatismo se puede extrapolar a otros aspectos de nuestra identidad. Con un mayor autoconocimiento y solidaridad podríamos construir un futuro más tolerante, libre y solidario.
El maduro profesor vuelve de nuevo a la realidad, después de estas reflexiones. Sigue mirando con el máximo recogimiento la catedral de sus antepasados. Todo ello ya bajo las primeras negruras que van arropando el viejo barrio Vegueta. Nos deja con estos refrescantes versos: “No quiero dormir,/ espero me inunde la noche, / me filtre, traspase mi piel…”.
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