Las teorías del despiste

10 nov 10. Luis Pérez Aguado
No sé si han tenido el privilegio de toparse con algún dirigente, de los que, últimamente, parece, abundan mucho por estos contornos. Me refiero a esos que suelen huir de las tentaciones, pero que lo hacen muy despacio para que éstas les atrapen.

Son los que, para “quedarse con nosotros”, confundirnos en la noche y poder mantenernos en la inopia el mayor tiempo posible se han ido en busca de Noam Chomsky para que les ponga al tanto de sus famosas teorías del despiste.

Parece que, en esta ocasión, sí han sido buenos chicos y aplicados discípulos. Han aprendido rápido y, da la sensación, de que se han empapado bastante bien en el prestigioso arte del “desorienta que algo queda”.

Una de estas célebres estrategias es la de la distracción, que consiste en desviar la atención del personal de los problemas verdaderamente importantes. No sé a ustedes, pero a mi me da en el corazón, que el cambio de apellidos del que tanto estamos hablando propuesto por el gobierno central no es más que una cortina de humo para que nos olvidemos, por ahora, de los problemas que tienen “acongojado” a todo el país.

Esta misma estrategia del despiste, es la que nos ha ofreció hace poco tiempo la Consejería de Sanidad del Gobierno Canario, cuando anunció un ahorro sustancial de su departamento gracias al acuerdo con una naviera. Pero lo que no dijo, es que la otra naviera, que hace el mismo trayecto hacia La Gomera, por el mismo servicio cobra 17,62 euros, cuando la naviera con la se que se ha cerrado el acuerdo lo hace por 36,62 euros. Aunque ésta tenga el detalle de descontar un 10 por ciento seguirá cobrando un 42 % más. ¿Dónde está el ahorro?, porque, la realidad, es que cobra 190.000 euros más por el mismo servicio. En mi tierra, a eso le llaman “engañabobos”.

Otra de estas maniobras consiste en crear problemas y luego ofrecer soluciones. Un ejemplo claro de este tipo de artimañas la tenemos en ciertos programas de la televisión canaria que intentan crear alarma social, ofreciéndonos machaconamente lo “mejorcito” de la sociedad canaria para, luego, colocarnos la necesidad de que exista una policía autonómica. También es esta misma televisión -aunque igualmente lo utilizan otras, pero, desafortunadamente, y para nuestra desgracia ésta de la que hablo es la “nuestra”- estimula al público a ser complaciente con la mediocridad, ya que algunos de los programas “basura” que emite parece estar dirigidos a sembrar en el espectador que lo normal y lo usual es el hecho de ser estúpido, vulgar e inculto.

Un claro ejemplo de la estrategia de la gradualidad, es la que viene utilizando la Consejería de Educación para desmantelar la educación pública. Para conseguir que se acepten medidas inaceptables basta con ir aplicándolas gradualmente, a cuentagotas, por años consecutivos. Tantos cambios que hubieran provocado una revolución si hubiesen sido aplicadas de una sola vez. Con una mirada hacia atrás veremos como han ido mermando los presupuestos en materia de educación, se ha denigrado al profesorado, se ha utilizado el divide y vencerás, se masifican las aulas, se suprimen ciclos formativos y se deteriora la educación a tal velocidad que pronto, si Dios o algún ser poderoso no lo remedia, estaremos en el culo del mundo de los incultos e ignorantes.

Quizás sea por eso que es la misma consejería la encargada de aplicar la maniobra mantener al público en la ignorancia y la mediocridad. Según ésta la calidad de la educación dada a las clases sociales inferiores debe ser la más pobre y mediocre posible, de forma que la distancia de la ignorancia que planea entre las clases inferiores y las clases sociales superiores sea y permanezca imposible de alcanzar para las clases inferiores. De esta forma siempre tendrán trabajadores y votantes dóciles, ignorantes y amaestrados.

Parece que en esta tierra nuestra, por mucho que digamos o hagamos, poco o nada va a cambiar. Al fin y al cabo el que nace pobre y feo, tiene grandes posibilidades de que al crecer, siga siendo feo y pobre. Así podemos llegar a la estrategia de diferir, que es otra manera de conseguir que aceptemos una decisión impopular al presentarla como “dolorosa y necesaria” ya que solemos, casi de inmediato, aceptar una aplicación futura. Es más fácil aceptar un sacrificio futuro que un sacrificio inmediato. Luego, porque el público, la masa, el administrado tiene siempre la tendencia a esperar ingenuamente que “todo irá mejor mañana” y que el sacrificio exigido podrá ser evitado. Esto da más tiempo al personal para que se acostumbre a la idea del cambio y de aceptarlo con resignación cuando llegue el momento.

Y así es como nuestros dirigentes nos vienen metiendo dobladas las continuas rebajas que se producen en sanidad, en educación y en temas sociales; mientras, incomprensiblemente, se aumenta en quinientos mil euros los gastos de personal de la policía autonómica, se devuelve al Fondo Europeo de Desarrollo Regional de la Unión Europeo parte de las cantidades recibidas por el Gobierno de Canarias por no cumplir los plazos de ejecución; se aumenta de forma gastronómica (sí, han leído bien, no dice astronómica, que también, ya que, a estas alturas, casi nadie duda de la cantidad de dinero que se escapa en comidas de representación) la partida de asistencia técnica y política al presidente del Gobierno Canario que pasará de dos millones de euros a casi treinta y cuatro millones el próximo año; se mejoran en todos los sentidos los derechos y sueldos de los trabajadores del Parlamento Canario - estupenda medida si no fuera porque al resto de los funcionarios de la misma comunidad se les han disminuido sueldos y anulado derechos-; sigue sin llegar a su destino el dinero para los dependientes, lo que nos hace pensar –piensa mal y acertarás- que se desvía a otros “menesteres”, se siguen pagando alquileres a particulares mientras muchos de los locales propios de la comunidad permanecen cerrados…Y, como quien no quiere la cosa, nos vuelven a colar la estrategia de la distracción al vendernos que se ahorrarán cuarenta millones de euros en gastos superfluos.

De todas formas, ¿para qué nos vamos a mortificar? Como dijo algún guasón, tampoco hay que tomarse la vida en serio, al fin y al cabo no saldremos vivos de ella.

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