19 oct 10. Luis Pérez Aguado
Ya les tocó a los funcionarios. Después fueron a por los controladores aéreos. Ahora les toca a los sindicalistas. Nadie se queda atrás cuando hay que culpar a los otros. Siempre encontraremos quien tenga que pagar los platos rotos. Siempre y cuando, se entiende, que entre esos “otros” no esté nunca yo. Por eso son “otros”, claro está.
Entre todos empujamos el carro que más avanza y abandonamos el que se quedó atascado en el sendero. Es la ley del mínimo esfuerzo, lo más fácil. Y, entre todos, a esos “otros”, se les desprestigia, se les chantajea con la crisis y se les echa encima a cinco millones de desempleados. “Entre todos la mataron y ella sólo se murió”.
El habilidoso político de turno, que tiene la sartén por el mango, aprovecha siempre su situación privilegiada para controlar sus audiovisuales mediáticos, para, canalladamente, a sabiendas de que está falseando la verdad, criminalizar a otros; a sus subordinados o a los más débiles e indefensos. Todo, con la única y malsana intención, de que no se descubra que es un inepto. Echa leña al fuego y coloca continuamente cortinas de humo para ocultar su mala gestión.
Y los demás, el resto de los mortales, a los que no nos gusta pensar mucho, no reaccionamos. Si reaccionáramos hace tiempo que ya tendríamos los mejores colegios y la mejor sanidad. Serán nuestros hijos los que paguen caro nuestro conformismo. Pero nos gusta la comodidad, y, por eso, seguimos a pie juntillas sus mentiras, porque lo dijo quien está ahí, en ese puesto, que por eso sabe mucho y así, de este modo, justificamos nuestra falta de decisión y de valentía.
A lo mejor, a éstos, a los que ponemos a “parir” continuamente, hasta hacen bien su trabajo, ¡quién sabe! Puede que sean eficientes e, incluso, que se merezcan lo que cobran. Pero, eso poco importa. El caso, el verdadero motivo es que yo, que, a lo mejor, no doy un palo al agua y soy bastante “envidiosillo”, no soporto que ese “muerto de hambre” gane más que yo, ¡estaría bueno!
La verdad, es que somos bastante especiales. Entre el honesto y el figurín, preferimos al charlatán. Nos gustan más los que nos dan gato por liebre, esos que sabemos que nos están engañando, pero que ¡son tan “guapos”!, y hablan tan bien. Puede que sea su forma de actuar lo que nos guste de ellos. Ya sabemos como son y de qué pie cojean, y, quién sabe, si en el futuro nos pueden favorecer haciendo la vista gorda a nuestros trapicheos. Hasta puede que consigamos untarle los besos para que nos dejen poner los ladrillos donde más nos interese, aunque con ello se destroce y arruine nuestro planeta. Puede que no me toquen los impuestos, ya se los subirán a los de siempre, a los más débiles, los pobrecillos.
Total, a mí plin. “Dentro de cien años, todos calvos”. Yo no estaré en ese mundo y como decía aquel (otro listillo): “Después de mí, el diluvio”.
Eso sí, nuestra respetable ambigüedad moral se apresurará a escandalizarse después. Pero, siempre será después, y sólo se quedará en eso. Seguiremos mirando hacia otro lado porque “eso le pasa a otros” o buscaremos conejillos de indias (que será lo más fácil) para poder culparles y así poder lavar nuestras honorables conciencias. “Aquí paz y en el cielo gloria”.
No estaría de más reflexionar con el poema de Bertold Brecht, que dice.
Primero se llevaron a los negros,
pero a mí no me importó
porque yo no lo era
Enseguida se llevaron a los judíos,
pero a mí no me importó,
porque yo tampoco lo era.
Después detuvieron a los curas,
pero como yo no soy religioso,
tampoco me importó.
Luego apresaron a unos comunistas,
pero como yo no soy comunista,
tampoco me importó
Ahora me llevan a mí,
Pero ya es tarde.
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