9 may 10. Luis Pérez Aguado
Allá por las proximidades del siglo II antes de Cristo, un rey bereber, que extendía su poderío entre la ardiente Libia y el nevado Atlas, Juba el Grande, rodeado de una distinguida corte de sabios apasionados por los conocimientos cosmográficos, organizó una expedición que se dirigió más allá del ocaso del sol, en pleno Océano Atlántico y comprobó la existencia de las islas Afortunadas, llamando a una de ellas Canaria, en razón de ciertos perros (del latín “can” ) que allí sus expedicionarios encontraron.
Pudiera ser que los perros a los que los expedicionarios extrañó tanto no fueran tales perros, sino las focas monje que poblaron las costas del Archipiélago Canario hasta el siglo XV y cuyo último reducto de estos lobos marinos fue el islote de Lobos, al que dio nombre. Sólo pudiera ser, porque Plinio el Viejo, que aprendió de las memorias que escribió Juba sobre las Afortunadas, recogió que “a la Canaria la llamaron así por la multitud de perros de extrema grandeza”
Y, también, pudiera ser, que, mucho más tarde, una de las islas hubiera sido poblada por miembros de la tribu “canarii”, deportados de la provincia romana de Mauretania en tiempos del emperador romano Claudio.
Fuere lo que fuere, lo cierto es que, al andar del tiempo, la raíz latina del vocablo se generalizó para dar nombre a todo el Archipiélago y el prehistórico reino de los canes se convirtió en un conjunto estratégico de islas para la civilización occidental de siglos posteriores.
También de Juba II recogió las noticias de las islas Afortunadas el sabio y cosmógrafo Claudio Ptolomeo, quien trazó el primer meridiano rozando las Islas Canarias, considerando que señalaba el límite occidental de la Tierra y escribió sus famosísimos tratados para la representación geográfica de la Tierra.
Que los perros existieron en Canarias desde muy antiguo no hay ninguna duda. De su existencia en la época aborigen ya dan testimonios los documentos etnográficos y los propios yacimientos arqueológicos. En el año 1722 el historiador, nacido en Tenerife, José de Viera y Clavijo, nos documenta sobre un escudo en el que había a cada lado un perro y así, con el paso del tiempo, los perros se fueron convirtiendo en los símbolos de la identidad de todo un pueblo.
Pero llegamos, por desgracia, a los tiempos actuales en que la arbitraria torpeza de algunos de nuestros políticos y la nebulosa permanente que padecen sobre nuestra historia, no les deja ver que nuestra cohesión y nuestra armonía como sociedad están unidos a un sentimiento de vinculación con la propia historia y con el legado que el devenir de nuestro pueblo nos ha brindado.
Estos iluminados de la política actual han conseguido que los perros, que son el símbolo del Archipiélago Canario, ya que forman parte de la misma raíz de nuestra identidad como pueblo, desaparezcan del escudo de Canarias, del que llevan incorporados desde hace tres siglos.
Así lo estipula un decreto del Gobierno Canario por el que se aprobó un diseño sin los perros ni el lema Océano, para el Gobierno de Canarias, la Administración Pública de la Comunidad Autónoma de Canarias y de los organismos, entidades y empresas de ellas dependientes…..y se obliga, igualmente, a entidades o sujetos privados, derivados de financiación con cargo a fondos autonómicos, aún cuando su titularidad no corresponda a la Administración Pública de la Comunidad Autónoma.
Así de claro. Los elementos que formaron parte de la vida de muchas generaciones y encierran la dignidad que le depara un natural respeto al secular pasado, desaparecerán por la desidia o ignorancia de los que tienen la obligación de conservar y mantener vivo nuestro pasado, ya que el decreto obliga su uso a todos los departamentos del Gobierno, así como a los proveedores de soportes gráficos, publicistas, impresores, creadores audiovisuales, etc.
Ya nos estamos acostumbrando a no verlos en los documentos oficiales. Y en eso consistía el truco del almendruco. Ahora ya es más fácil hacerlos desaparecer definitivamente sin que nos duela demasiado.
Lo cierto, es que seguimos insensibles ante la desaparición de nuestra historia representada en el legado que nos han dejado nuestros antepasados; en esta ocasión, son los símbolos que, para algunos, será un irrelevante o simple detalle, pero que para otros forma parte de la misma raíz de nuestra identidad.
Y si hasta ahora los perros no han desaparecido de la bandera oficial de Canarias es porque para ello habría que modificar el Estatuto de Autonomía. Aunque todo se andará… Tiempo al tiempo. Seguro que en algún oscuro despacho iluminado tan sólo por las débiles luces del rencor, la ineficacia y el sectarismo, se están maquinando agravios y cursando órdenes de acelerar el proceso de acoso y derribo.
Por desgracia, esto es lo que por aquí se percibe. Por desgracia, esto es lo que los políticos transmiten a nuestros jóvenes, a los que, desde el poder, se enseña primero el precio del voto antes que el valor de la honradez. Por desgracia,… no da la impresión de que se esté trabajando por una sociedad más justa, por unas islas más unidas, ni tan siquiera, por conservar lo que aun nos queda.
Esta es nuestra frustración. No vemos consolidar una autentica autonomía. Se actúa aisladamente sin conciencia de pueblo. Los políticos marcan su frontera y establecen sus barreras políticas y sus luchas contra los que tienen enfrente. Y mientras esto siga así, mientras no desaparezcan las tribus, mientras sigamos poniendo el pie para que el otro caiga de bruces sobre el duro asfalto, mientras sigamos sin levantar la voz y permitamos impasibles, los irreversibles procesos de destrucción contra los “otros”, nunca, por mucho que nos pese, saldremos del oscuro pozo de la ignorancia y la opresión.
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