Si no le conviene, ahí tiene la puerta

7 abr 10. Luis Pérez Aguado
Si mal no recuerdo, fue hace un par de años cuando un grupo de musulmanes residentes en varios pueblos leridanos se dirigieron a sus respectivos ayuntamientos para exigir que en las piscinas municipales a los hombres y a los niños no se les permitiera estar juntos con las mujeres y las niñas. Al responderles que nanay de la China, que no era posible, ya que nuestra Constitución prohíbe ese tipo de segregación, volvieron a pedir que, por los menos, para sus mujeres, se pusiera un horario especial.
No sé en que acabó todo aquello. Creo que se les volvió a responder, muy educadamente, que no era posible.

Pero, avatares del destino, me acabo de enterar que en el municipio de Lille en Francia, un partido islamista, que se presentó a las elecciones municipales, se convirtió, gracias al voto inmigrante, en partido bisagra. El partido musulmán exigió la segregación de sexos en la piscina pública del pueblo, a lo que accedió la alcaldesa a cambio del apoyo de este partido, de forma que las piscinas de Lille hoy tienen horarios separados para hombres y mujeres. O sea, que ya no pueden bañarse juntos por exigencia de este partido musulmán.

Me chismorrea un amigo que en España ya existe una formación política musulmana que se llama Partido Renacimiento y Unión de España, y que fue registrado en el Ministerio del Interior el pasado 23 de julio. Hasta ahora todo normal -como no podía ser de otra forma- pero hay algo que me preocupa enormemente, pues el nuevo partido, busca una "regeneración moral y ética en España". Y yo me pregunto, ¿qué significa eso exactamente? ¿Será que los miembros de esa formación pretenden imponer sus costumbres y moral islámica al resto de los españoles?

Se imaginan lo que pasaría si este colectivo alcanzara la alcaldía de alguno de nuestros municipios. Idea nada descabellada porque estos emigrantes vienen cargados o se cargan de hijos. Dentro de dos generaciones, convertidos ya en españoles de origen –los que han nacido en España de padres españoles- quién nos asegura que respetarán las costumbres y el estilo de vida del país que les acogió.

Por desgracia, ya somos conocedores de las subidas de tono y el nivel de exigencia con que revindican algunos de estos colectivos afincados aquí lo que consideran su derecho a utilizar los símbolos y normas de su religión, mientras atacan ferozmente las utilizadas por la mayoría del pueblo que los acogió. Cosa que, dado su carácter de intransigencia, sería impensable pedir a la inversa en sus países de origen. En alguna mezquita ubicada en nuestro territorio ya se han atrevido a pedir tribunales especiales que los juzguen según la medieval shariáh. Es probable que hayan visto esas terroríficas imágenes que circulan por Internet en las que, a un niño que no llegará a siete años, se le obliga a poner una mano bajo las ruedas de un pesado camión para que se las aplaste. Todo por haber sustraído un mendrugo de pan. Y las bodas multitudinarias de niñas con hombres bastante maduros, o el trato discriminatorio que se tiene hacia la mujer… Mejor no seguir. Nuestra Constitución no lo permitiría, pero, entre otras cosas, son pruebas evidentes de la manera de pensar y de actuar que tienen alguno de estos colectivo, muy alejadas de las nuestras.

Y, sin embargo, nuestro carácter tolerante hace que vivamos preocupados, cuidando en extremo lo que decimos y hacemos para no incomodar a otras culturas o a otros individuos que viven entre nosotros. Pero, entre más cuidado ponemos nosotros, más revindican ellos. Más se quejan y protestan ¿No es más lógico que el que no nos acepte como somos viva en otra parte del mundo? ¿Por qué tenemos que vivir incómodos pensando que nuestras costumbres o nuestra manera de ser pueden ofenderles? Está muy bien la integración. Y la multiculturalidad. Personalmente, creo en ella. Nos enriquece. De hecho, ya venimos aceptando y respetando otras creencias y culturas. Incluso damos facilidades para que las practiquen. Nos parece lo más lógico. Lo que no parece tan lógico es que se cambien o retoquen nuestras leyes para darles un trato diferencial cuando venimos apostando por la igualdad del ser humano.

Podemos ser tolerantes, amables e, incluso, ingenuos. Podemos convivir perfectamente, como ya lo hacemos, repito. Pero que los grupúsculos intolerantes no nos vengan imponiendo sus costumbres. En tal caso, lo más lógico sería que los que vienen de fuera se adapten a nuestra forma de ser, ya que vinieron voluntariamente. Lo que se pide al recién llegado es que acepte nuestros valores y viva en armonía y en paz con nosotros.

Si no están de acuerdo con nuestro estilo de vida, ahí tienen la puerta. Tal como vinieron se pueden ir. Como bien dice el canario socarrón: si te quieres dir, dite, yo no te juleo, pero no me vengas a imponer un sistema de vida que no comparto ni está acorde con mi forma de ser.

1 Comentarios Blogger:

Anónimo dijo...

Lo curioso de todo esto es que nos pueden acusar de rascismo o xenofobia cuando tan sólo queremos respeto a la idiosincracia y a las costumbres de cada país.

Algo parecido ocurre cuando una parte de la población canaria pide una Ley de Residencia, que no de Extranjería, tachándonos de racistas, simple y llanamente porque somos territorio pequeño, frágil y fraccionado, y no hay cama pa' tanta gente.

Saludos

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