3 feb 10. Luis Pérez Aguado
Hace tiempo que colaborábamos con el Ministerio de Cultura en los planes de fomento de la lectura. Ya sabíamos, entonces, que no era bueno “examinar” al niño sobre el libro leído si queríamos obtener niños lectores. Tomarle el tiempo, el ritmo, la velocidad, la pronunciación; confeccionar una ficha, hacer un resumen… Eso, probablemente, pueda estar bien para una clase de Lengua, pero no para conseguir que el niño sienta placer por lo que lee, por la sencilla razón de que no se convierte en una actividad deseada, sino forzada.
Son muchos los niños que dejan de leer al abandonar sus estudios. Mientras fueron estudiantes, concibieron la lectura como un ejercicio obligatorio, a menudo desagradable, y no como una libre actividad que les proporcionaba placer. Se les enseñó la mecánica de la lectura, pero no se le enseñó su verdadera finalidad: poder adentrarse en el inagotable mundo de los libros durante toda su vida. Así que dejaron de leer.
Esto viene a cuento por los actuales planes de lectura que se lleva a cabo en los centros escolares. Una buena oportunidad, sin duda, para cambiar el sistema y buscar recursos para que la actividad lectora quede diferenciada de aquella que destila obligación y deber fatigoso. Cosa que, por desgracia, como estamos viendo, no siempre sucede. Seguimos cayendo en los mismos errores y seguimos con las pautas anteriores. No tenemos en cuenta que para promocionar la lectura se debe despertar la sensibilidad, la capacidad de sentir emociones y despertar deseos. Tampoco que hay niños que evolucionan rápidamente y otros con lentitud. La edad mental no siempre coincide con la biológica.
Seguimos a pie juntillas los planes de estudio y la imposición de cumplir el programa marcado. Esto hace que, en ocasiones, el papel del profesor para motivar a sus alumnos hacia la lectura y el programa de estudio-trabajo que tienen los alumnos posibles lectores sea confuso y, a veces, contradictorio. Se mezcla la obligación del trabajo, del aprendizaje, con el placer de leer, y el resultado será el de la obligación. La lectura deja de ser libre y lúdica al pasar a la obligación de hacer una reseña o al deber de elaborar una ficha. El alumno tiene la sensación que será examinado con lo que se crea sentimientos y actitudes de rechazo, cuando, por el contrario, si se tiene la tranquilidad de no ser explorado la lectura será gustada y saboreada, con lo que se ganarán aficionados a la lectura
Una forma de aprender que no resulta una experiencia apasionante ni para el alumno ni para el profesor, sino una obligación impuesta; cuanto más que el plan de lectura lo asume todo el profesorado y no todo el mundo siente la misma pasión por la lectura; principalmente cuando tiene que hacerse un registro de los avances del alumno, con lo que, probablemente, se limite a cubrir el expediente educativo.
El hábito de lectura es un aprendizaje de aproximación al libro, aprendizaje que no solamente consiste en aprender a leer, sino también a amar y disfrutar de la lectura.
1 Comentarios Blogger:
Muy bueno el artículo, en la educación está el futuro si queremos seguir llamándonos "seres humanos". En la educación está la evoloción, no la revolución porque no es necesaria, nos basta con EVOLUCIONAR.
Saludos.
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