9 mar 10. Luis Pérez Aguado
Siempre ha sido así desde que el mundo es mundo. El pez grande se comió siempre al chico. Sucede en el mundo animal y ocurre en el mundano mercado de los humanos, donde este espécimen necesita demostrar quién es el poderoso. Quien manda sobre quién.
No estamos ajenos a esa ambición que desata la gloria y el poder. Con frecuencia la seguridad y el bienestar del canario se ve truncada por la avaricia y el apetito descarnado de unos cuantos poderosos.
La codicia de quiénes se creen con mejores derechos y el olvido de sus deberes por quienes deben interpretar fielmente las leyes no siempre permite que esclarezca la verdad. Tampoco resplandece la justicia en cuanto a los derechos y las propiedades de los otros, porque, con frecuencia, los que alardean de más cultos, más civilizados o disfrutan de mayores preeminencias lo interpretan después, en la vida corriente, como un mejor derecho para desposeer al prójimo, para imponerle su capricho o para desoír sus justas quejas, amparando sus injusticias con la invocación del respeto a las leyes.
Unas leyes que, en ocasiones, se hacen y cambian a la medida “egoísta” de quienes disfrutan de prerrogativas para poder hacerlas o enmendarlas. Las encubrirán con la coletilla del interés público; cuando, en realidad, se trata de favorecer el interés privado o el de sus propios bolsillos. Infinidad de casos se cuentan en nuestras islas en el que las ordenanzas se hicieron y se hacen ex profeso para favorecer operaciones urbanísticas.
Algo no debe ir bien en el ser humano cuando se quieren desproteger numerosas especies amenazadas y en peligro de extinción de nuestra flora y fauna. Cuando, para conseguir su descatalogación, el político de turno no se sonrojan a la hora de buscar mezquinas excusas baratas declarando que las obras que se realizarán en los hábitat de estas especies, ya sean muelles o campos de golf, son de interés general, cuando, en realidad, en muchas ocasiones, son sólo obras de interés personal de algunos pocos, que suelen ser los de siempre.
Los de siempre son los que hacen y deshacen a su antojo. Los que manipulan y destruyen el patrimonio natural para engordar sus cuentas bancarias. Los que devoran al prójimo con su lengua e intolerancia pretendiendo callar a los que defienden sus derechos llamándolos demagogos. Los que incumplen sus obligaciones en la conservación de los espacios protegidos de Canarias, lo que ha supuesto la denuncia de la Comunidad Europea ante el Tribunal de Luxemburgo. Los que recortan los dineros públicos destinados a educación porque saben que un pueblo educado no tolerará la corrupción. Porque saben que un pueblo culto e instruido elegirá dirigentes honestos y competentes, que a su vez, buscarán a los mejores asesores. Esto no les conviene. No quieren unos ciudadanos capaces de pensar críticamente. Va contra sus intereses. Saben que un pueblo ignorante desperdicia sus recursos y vive de ilusiones. No quieren personas informadas capaces de pensar en cómo están siendo manipulados y engañados por un sistema que los deja en la cuneta. Un pueblo preparado sabe muy bien diferenciar entre un discurso serio y un mitin demagógico. Entre una plática honesta y una arenga engañosa. Entre un político serio y un charlatán que busca recursos para su incapacidad culpando de su incompetencia a los otros.
Los de siempre son los que han hecho de la estupidez su manera de vivir, porque con su irracional egoísmo están acabando con nuestro medio natural. Un legado frágil e irrecuperable. Pero eso no parece importar a nuestros gobernantes, ni mucho ni poco. Parece que les interesa que todo siga así. Viviendo cómplices en un escandaloso silencio de destrucción con el afán destructor del mayor depredador que es el hombre, que continuamente pone su ambiciosa mirada en el medio y usa la piqueta a diestro y siniestro.
Este calculador demoledor, que siempre encontró y encontrará un motivo para emplearla. Siempre usó y usará una argucia para derribar un legado insustituible. Cuando no es abogando por una innovación mal entendida, será por el bien o el interés común -el bien para el bolsillo de unos pocos, se entiende – pero, casi siempre, y sin temor a equivocarnos, será por la codicia mal disimulada y el afán de lucro que anida en su ánimo, aunque ello le lleve a destruir nuestro pasado y nuestros bienes más preciados.
Sir George Bernard Shaw escribió esta breve frase: “Los políticos y los pañales se han de cambiar a menudo…y por los mismos motivos”
Habrá que tomarlo en serio.
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