Los municipios se lanzan al 'saqueo' fiscal del ciudadano

25 oct 08. Publicado el 21-10-2008 , por Estela S. Mazo (Madrid). Nuevas tasas, embargos de cuentas y devoluciones de la renta, multas cuantiosas y a veces sorprendentes... En plena caída de la recaudación por la crisis, los municipios se han lanzado a la caza de ingresos.

Hecho objetivo: salir del garaje con las luces de niebla por una equivocación con los mandos del coche. Multa real: la suma de la abultada sanción por encender el foco erróneo, más la correspondiente a no llevar la pegatina del ITV pegada en la luna, más la multa por salir del coche a buscar la documentación en el maletero sin el chaleco reflectante... más todo el elenco de infracciones tras la pormenorizada inspección que aprovechó a lanzar el agente tras atisbar que aquellas luces no eran las adecuadas.

Es la escena que puede repetirse cada en día en las ciudades españolas. En plena crisis y ante el vaciado de las arcas por la caída de la vivienda, muchos ayuntamientos se han lanzado al cobro de multas, impuestos y pagos atrasados.

Así, además de las sanciones de tráfico –cuya recaudación sube como la espuma– , los municipios han aprovechado la coyuntura para resucitar viejos cobros. Madrid y su rescate de la tasa a las basuras o el espionaje de los residuos para impulsar el reciclaje –la penalización puede alcanzar los 750 euros– no es más que la punta de iceberg de lo que llevan tiempo haciendo los municipios.

El abanico de infracciones abarca tanto “romper el silencio de la noche” –por lo que el ayuntamiento de Sevilla multó con cien euros a cuatro ciudadanos– como dar de comer a las palomas, sacudir alfombras por la ventana o dejar que salpique en la vía pública la ropa mojada en el tendedero, actos que se sancionan con hasta 900 euros en algunos municipios.

Formar charcos o pasear al perro sin bozal también entran en este grupo, como sucede en Badajoz. En A Coruña, tirar un chicle en la calle se castiga con hasta 750 euros; y, en Badalona, escupir en la vía pública cuesta 3.000 euros. La misma sanción acarrea en Dos Hermanas (Sevilla) no cumplir el horario para el riego de las plantas colgadas en balcones.

Otras sanciones ya famosas entre los consistorios elevan su cuantía: así, municipios madrileños llegan a cobrar hasta 1.500 euros por grafitis o por abandonar heces de perro.

Entre los cargos a empresas, cada vez es más célebre cobrar a las entidades financieras por instalar cajeros, a razón de 500 euros por cada uno. Importe que se empieza a barajar para las máquinas de los videoclubes. También se ha extendido el cobro por anuncios en la calle y, para particulares, por adopciones en la perrera municipal.

Junto a estas figuras, los ayuntamientos han encontrado otra jugosa vía de recaudación en el embargo de cuentas e incluso de las devoluciones de Hacienda. Es el instrumento empleado para lograr el cobro efectivo de las multas. Si bien los alcaldes han tenido siempre plena potestad para lanzar estas reclamaciones, en los últimos meses los morosos están asistiendo a un aluvión de apremios por impuestos o multas impagadas que están a punto de prescribir.

Tal es el volumen de embargos, que, en la fase de apremio, algunos municipios incluso han sustituido ya el trámite de enviar el aviso personal al denunciado, que tan sólo puede tener conocimiento de su situación mediante el boletín oficial del municipio.

Esta vía de ingresos está adquiriendo cada vez más popularidad.Así, mientras que antes se empleaba sólo para pequeñas deudas, ahora los municipios lo están usando para impagos relacionados con otros pagos menores, como tasas de cementerio que se olvidan por propietarios que viven en otras localidades, placas de vados, licencias pequeñas...

Más motivos de infracción y, también, más formas de cobrar lo debido: junto al embargo de cuentas, está cada vez más de moda entre los consistorios embargar salarios, pensiones, vehículos, bienes muebles e inmuebles o incluso créditos.

Prohibido sentarse en un banco público si ya hay dos personas
Pese a las, a veces, extrañas multas, España no es de los países más innovadores a la hora de crear sanciones con las que lograr más recaudación. Así, por ejemplo, en Italia, pionera a ojos de muchos en estas prácticas, llega a ser un delito refrescarse “exageradamente” en fuentes públicas o practicar en la playa “ciertos juegos”.

En algunas regiones del país, se prohíbe incluso que más de dos personas se sienten en el mismo banco después de las 23 horas en un parque público. La lista es interminable: hay lugares en los que no está permitido besarse en un coche, caminar con zuecos o construir castillos de arena.
Fuente: Expansión

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