El guiri que preguntaba por los disparos de Franco en Arucas

19 ago 11. A modo de anécdota, y como complemento a la noticia que el ayuntamiento difunde estos días sobre las 10.000 visitas que ha recibido la flamante Oficina de Turismo (1), cuento lo ocurrido el pasado sábado en la mañana mientras tomaba una cerveza con unos amigos en las mesas que Rizkallal coloca en la Plaza de San Juan:

Unos guiris holandeses nos preguntaban en inglés sobre algo que relacionaba a la iglesia de San Juan con el dictador Franco. Nuestra memoria no encontraba relación alguna entre Franco y el edificio religioso hasta que nos percatamos de lo que los visitantes buscaban: se trataba de la huella que los falangistas dejaron en la fachada del edificio del Ayuntamiento cuando dispararon para amedrentar a la resistencia fascista que se atrincheró dentro del edificio.

Del hecho histórico ya dimos alguna pincelada aquí (2), y muy bien quedaría un letrero informativo en el lugar, como en otros muchos. Pero el trasfondo que pretendo dar a esto es que en Arucas hay mucho, muchísimo más atractivo turístico que la iglesia, la fábrica del ron y la Montaña. El chiste fácil sería decir que el comunicado oficial se congratula de que los turistas vengan a ver la Oficina de Turismo, donde un folleto les sitúa en los lugares antes mencionados.

Mientras tanto, nuestro atractivo patrimonio arqueológico sepultado bajo alquitrán; la inmensa infraestructura hidrológica (pozos, cantoneras, acequias) consecuencia de la lucha por el agua está deteriorada y abandonada y puede resultar un atractivo para el turismo debido a su originalidad y laboriosidad; los enigmáticos túneles bajo el Casco Histórico (3), que sí hubo un intento; las salinas y la cultura de la sal en Canarias; la adecuación de senderos a montes y barrancos aledaños... y otros muchos potenciales atractivos turísticos esperan en el olvido a que nuestros gobernantes se fijen en ellos y se olviden de una vez por todas del turismo de sol y playa que pretenden atraer a la Costa Norte, llenándola de cemento emulando al caótico y colmatado Sur de la isla.


(1) http://www.arucas.org/modules.php?op=modload&name=News&file=vercontenido&pn_sid=2701

(2) http://arucasblog.blogspot.com/2008/12/eduardo-surez-un-comunista-canario.html

(3) http://arucasblog.blogspot.com/2010/11/las-catacumbas-de-arucas.html

4 Comentarios Blogger:

Paco S. Travieso dijo...

La memoria, esa maravillosa facultad de recordar hechos pretéritos, a veces se duerme cansada que no la llamen. Retoza en la brumas del tiempo, a la espera que suene la alarma que la despierte. De niño, nuestra mente ávida de conocimientos, está vigilante a la expectativa de todo lo que se cuece alrededor. Muchos conceptos se olvidan a medias, pero otros llaman tanto tu atención que siempre se recuerdan.
En esas fechas de Julio de 1936, con unos 21 meses, vivía con mi familia en calle Pedro Marichal, junto al Teatro Nuevo, y la trasera de mi casa tenía una puerta con vistas al Cruce del Pino y daba paso al camino que va desde la torre nueva de la Iglesia al Teatro Nuevo, por la acequia de San Juan. Naturalmente no recuerdo nada en absoluto de lo acontecido en ese tiempo. Pero las familias se reunían con mucha frecuencia y se comentaba todo lo que pasaba y los niños, que escuchaban sin molestar, se podían quedar con lo que más llamaba su atención. Además, mi abuela, mi madre y tíos, me contaban todo lo que consideraban podían escuchar nuestros castos oídos.
Según cuenta en uno de sus libros, Juan Medina Sanabria, el sargento Fulgoni, perteneciente a la Agrupación de Artillería de Montaña de La Isleta, se desplazó a Arucas con la intención de apaciguar los ánimos de los ciudadanos que no estaban de acuerdo con el Golpe de Estado del General Franco....continúa

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Paco S. Travieso dijo...

Con el consentimiento de Don Francisco Hidalgo, coadjutor de la parroquia, gobernada en ese tiempo por Don Francisco Cárdenes, el sargento Don Juan Fulgoni Sosa, instaló una ametralladora en techo o azotea de la Iglesia, abarcando con su fuego a casi todo el pueblo. Mientras dejaba un grupo en el Cruce del Pino, punto estratégico para las comunicaciones de la época, otro grupo con un pequeño cañón se desplazó hacia la plaza de San Sebastián, frente del Ayuntamiento. Allí tuvo lugar el disparo hacia la fachada, donde queda la huella del impacto en la cantería.
Por todos es conocido lo sucedido después. Pero en toda historia siempre quedan jirones de oscuridad o detalles anecdóticos que enriquecen la propia narración.
Algunos, en su afán de defender sus ideales y al gobierno legal, refrendado por las urnas, se parapetaron en lugares, a su juicio, estratégicos armados por simples revólveres o escopetas de caza. Uno de estos, del que no recuerdo su nombre pero le apodaban El Pipote, con todo el respeto para el mismo y sus descendientes, se situó en la azotea del edificio de la antigua escuela en la calle León y Castillo, el mismo que luego fue Juzgado y actualmente ofrece Información Turística, según dicen provisto de una escopeta para cazar conejos. Para su desgracia estaba a tiro de la ametralladora ubicada en lo alto de la Iglesia. Una de las balas le alcanzó, acabando con su vida, siendo el primer muerto en Arucas por esta desgraciada guerra y, posiblemente el primero de los canarios en sucumbir por defender el poder establecido.
A Don Juan Fulgoni Sosa, le conocí, ya de capitán, porque mi abuela visitaba su casa y gozaba de cierta amistad con el mismo y su señora, ya que gracias a los consejos del capitán, posiblemente mi tío y padrino, José Travieso, salvó su vida. Enterado de que estaba en lista para apresarle y posterior desaparición, le aconsejó se presentara voluntario a La Legión, porque estaba a sus órdenes como artillero en Montaña. Recibió cinco balas en la contienda y volvió, lleno de puntos de metralla, a morir a Arucas a los 33 años de edad. Incongruencias de la vida, para poder salvar la propia tuvo que combatir, como otros muchos, en contra de sus ideas. Hay cosas que todavía no entiendo.
Pero el comentario venía por otro hecho, que cuando lo recordamos todavía nos hace reír. El grupo que quedó apostado en El Pino se dedicó a disparar a diestro y siniestro, con la finalidad de desmoralizar a todo el que se atreviera a asomar la nariz. Según me contaban, las balas llegaban a nuestra casa, entrando por puertas y ventanas. A mi abuela, mi madre y tía, no se les ocurrió otra defensa que colocar en los huecos de la pared, armarios de madera y otros muebles, con la inocente intención de impedir el paso de proyectiles. Claro, los únicos estampidos que conocían eran de los voladores de las fiestas. La acción inmediata fue la de trasladarnos a otra casa en La Hoya de San Juan.

Paco S. Travieso

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Sergio dijo...

eran de Dinamarca........

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Anónimo dijo...

Historia pura de nuestro ayer no tan lejano y olvidado

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