Atascos, atascos y más atascos

9 oct 15. Desde que tengo uso de razón se vienen reclamando más carreteras para que las ocupen más coches con ocupantes que quieren llegar más pronto a sus destinos. Los lumbreras que nos gobiernan se empeñan en poner cada vez más obstáculos para que la solución nunca llegue y así dar de comer a los tiburones del piche y del cemento que alimentan sus campañas electorales.

Nada más salir del Casco de Arucas en hora punta hacia la capital nos vemos inmersos en un atasco desde una rotonda de la Cruz Roja que muy bien pudo ser un cruce a distinto nivel si el empeño de algunos no hubiese prevalecido al interés común.

Si tras casi media hora en cola llegamos a una rotonda en Trasmontaña y no a un cruce a distinto nivel, como parece recomendable, es porque en España gusta más una rotonda que a un chiquillo un caramelo.

Llegados a la Granja del Cabildo y mientras bajamos la cuesta vemos a la izquierda el gran banquete que los tiburones disfrutan para más carreteras; y cuando acaben con dicha mesa comenzarán a devorar la misma por donde usted está bajando para dejarla a la altura de la otra.

Si comparamos el tráfico con un fluido de agua es lógico pensar en el tapón. Se llama Julio Luengo en honor al lumbreras que lo ideó a pesar de de las innumerables advertencias en su tiempo que predecían el escaso éxito de aquel boquete.

No sé por qué, o sí lo sé, a nadie se le ha ocurrido en tantos años de atascos habilitar un carril solo guagua, aunque sea para horas punta, para que tanto vehículo con un solo ocupante que vea pasar una Global a toda pastilla por su derecha se piense dos veces volver a coger al día siguiente su monoplaza.

En estos días por Tenoya y Tamaraceite es otro caos. Las colas llegan hasta San Francisco Javier debido a las obras de otra mastodóntica carretera como la Circunvalación y al cierre del ramal de Piletas por desperfectos en la vía.

Y se abrirá la circunvalación y se venderán más coches y se reclamarán más carreteras, a no ser que esta crisis que va ya por siete años sea permanente y los importadores de vehículos, que también son constructores, dejen de ser negocio rentable y lobby que presiona a los políticos para que el transporte público nunca sea la panacea y el coche siga siendo una proyección egocéntrica de nuestra personalidad.