El luchador Mandarrias |
Extracto del libro "La tierra de los Guanartemes", de Luis Morote
Y en cuanto nos pusimos en marcha a poco de salir de Las Palmas, empezamos a experimentar a costa de nuestros cuerpos el mal estado de la carretera de Arucas. Todavía aquello no tenía importancia, era el paraíso de los malos caminos en comparación del infierno de los detestables vericuetos bautizados con el supuesto nombre de carreteras del Estado. Diríase que éste, con artera y aviesa intención, quiere ocultar en las proximidades de la ciudad los horrendos pasos que le están reservados al viajero.
Atravesamos las Rehoyas. Seguimos, a poco paramos. Es que hemos llegado al lindo e importante pueblo de Tamaraceite. Antes era San Lorenzo el que daba nombre, el que era cabeza de estos poblados.
Ahora San Lorenzo se ha quedado sólo con la iglesia, y Tamaraceite ha crecido, tiene hoy una gran importancia. Saludamos al Alcalde y luego me entretengo hablando con Darío Moros, un correligionario valenciano que allí vive y allí lucha. Siendo de Valencia, claro es que trabaja por la república, y siendo republicano, claro es que pelea como buen partidario de soluciones avanzadas, extremas, sufriendo persecuciones de la justicia. Por donde quiera se encuentran republicanos que son de Valencia y por ende esforzados legionarios de la causa moderna.
Otra vez, cahin-caha, por los baches, por los altos y bajos, por el infinito desperfecto de la Carretera. Esta va siendo mala, de veras mala, infame, horrenda, a punto de molernos los huesos, de dolernos todo el cuerpo. De todos los pechos se alza un grito do protesta, de todos los labios un ! ay ! prolongado por aquel quebranto, martirio y tortura. Esto es insufrible.
Pasamos un túnel y nos encontramos en el pueblo de Tenoya, también muy lindo. ! Arriba sin parar ! la espantosa carretera llega al colmo de lo malo. En un certamen de desastrados caminos, se llevaría la palma.
Ya no sabemos a qué divinidad encomendarnos cuando divisamos en la cuesta llamada dc San Francisco Javier, varios coches que nos aguardan. En ellos vienen los notables de Arucas a recibirnos. Se han apeado, y en medio de la carretera, cual verdaderos héroes del polvo, convertidos en fantasmas blancos, nos dan la bienvenida.
Trasbordamos y subo a un coche de cuatro ruedas, tirado por tres fuertes y hermosos caballos. ¿Habéis visto alguna vez el espectáculo de una caravana de bohemios, de una roulotte de artistas ambulantes? 0s acordáis de la escena de Don Quijote cuando tropieza en su camino con el carro de comediantes y de tragediantes? Pues eso éramos nosotros a los cinco minutos de correr por la cuesta de San Francisco Javier. Nuestros trajes de ciudad su habían convertido en túnicas blancas, túnicas empapadas del polvo y suciedad de la carretera. No era un cortejo de gentes ciudadanas, sino una tropa de pobres gitanos. ! Maldita carretera !
Las nubes de polvo levantadas por coches y tartanas nos obscurecían la vista. A cinco pasos no distinguíamos al que seguía. Estábamos
envueltos en un huracán. Es un escándalo, un verdadero escándalo. No habiendo aquí ferrocarriles ya podían cuidar las carreteras los señores de Obras Públicas. Es lo único que el Estado tiene la obligación de: hacer en Gran Canaria y lo hace rematadamente mal.
Ya estamos en Arucas y nos recibe todo el pueblo que está en la calle, que nos tributa una cordialísima acogida. Gran pueblo este de Arucas, un pueblo limpio, bien adoquinado, con aceras, con amplias vías, con edificios vastos, con casas bonitas. Su fìsonomía es de población rica, numerosa, próspera, importante. En los rostros de los habitantes edomingados se dibuja la feliz tranquilidad del que trabaja todo el año y por eso recoge al cabo el fruto de su paciente labor.
Descendemos en la sociedad El Progreso, fundada por los Jóvenes Turcos, este partido nuevo de Arucas que es como la solidaridad de todas las opiniones y buenas voluntades en pro del renacimiento potente a la vida moderna. El esfuerzo no puede ser más interesante.
Bajamos y procedemos a lavarnos. Aunque no civilizados del todo - la civilización es principalmente limpieza - ya estábamos más representables después de aquel lavado y cepillado de El Progreso.
Y en nuestra nueva personalidad nos encaminamos en seguida a ver la obra magna de la Presa de Pinto. Una verdadera obra magna
que habiendo costado muchos miles de duros los tiene muy bien empleados. i Vengan los gobernantes a ver estas obras hidráulicas que no ha hecho el Estado! La presa tiene cabida de 800 azadas y cuenta que cada azada son 400 metros cúbicos de agua. ! Conque eche usted agua ! Verdad es que toda se necesita para regar esta hermosa vega, este vergel que es producto del esfuerzo incesante y prolongado y meritorio de los hijos de Arucas. El ilustre periodista, oriundo de Arucas, González Díaz, cantó en el banquete que nos dieron a la gloria de estos labradores sin par, de estos labradores que consideran con razón que el gesto del hombre labrando y sembrando es augusto.
Al regreso de la presa se me mete entre ceja y ceja el decidido propósito de subir a la montaña de Arucas. Hay que trepar a pie, naturalmente, y esta no es faena para los que teman la fatiga. Por eso los valientes de la montaña somos sólo un grupo: D. José Franchy, D. Rafael Suárez (por más de un título hombre notable y querido en Arucas), D. Juan Ponce, (a cuya autoridad y valimiento se debe la creación del partido de la Joven Turquía), Juanito Delgado (mi inseparable amigo), D. Manuel Hernández, D. Domingo Pérez Suárez, D. Manuel García Jardín, D. Fernando Navarro y yo. ¿Quién dijo que tardaríamos dos horas en subir y bajar? Lo dijeron sin duda para disuadirnos de la violenta caminata, porque ello es que a los diez minutos ya estábamos arriba.
! Lo que se ve desde arriba ! Espléndido horizonte ! En frente, el Puerto de la Luz con la Isleta, Muelles, carboneras, almacenes, todo parece de nacimiento. Los grandes vapores semejan lanchas, el inmenso puerto un estanque. Y después, también a lo lejos, se esparce mi vista por la montaña y el pueblo de Cordones, por Carril, por los pagos de Llano Blanco, por Tras Montaña, por Cardonal, por tantos y tantos bellos paisajes. Aquí abajo, al pie de la montaña, en término de Arucas, veo los Bañaderos, y en ellos se abre el puerto natural de Arucas. ! Lo que ganaría el pueblo si alguna vez se hiciera ! Ya no necesitarían carretera, ya no se preocuparía de su infame estado. Abierto de verdad al comercio por la vía natural que es el mar, esto sería un emporio.
No me canso de mirar, rodeando la montaña, la vega de Arucas. No en balde tiene fama, se la diputa por lo más rico de la isla. Se ven los llamados pagos de Arucas: Cruz de Pineda, Corral de Manuel, Cerrillo y Goleta, Trapiche, Visvique, La Vega, Santidad. El corral de Manuel está ya preparado con su toldo protector para la lucha de la tarde. Veo la Presa de Pinto que desde esta altura se abarca mejor en su conjunto.
Veo la multitud de estanques para embalsar las aguas. Parecen diminutas plazas de Toros. Pero no, que su destino es mas útil que la fiesta nacional: es para regar, es para que la tierra dé ciento por uno, es para producir dos o tres variadas cosechas en un año, es para que aquí haya una bella remembranza de la huerta de Valencia.
Son las tres de la tarde. Sonó la hora de ir a las luchadas. Los campeones nos esperan y el público también. Por eso nos encaminamos al corral de Manuel, donde nos aguarda el solemne, el gran espectácuIo de los Juegos Olímpicos de Gran Canaria y de todas las islas Canarias. Lo que caracierizó en Grecia este espectáculo de dioses, fue el culto rendido A la santidad muscular, a la belleza plástica, a la fuerza, al Derby humano, como diría Spencer. Pues bien, aquí como en la Hélada, el juego es original, no copiado de parte alguna. Guanches y heIenos tienen parentesco en sus diversiones semi-heróicas, semi-divinas, pero no se imitaron y cada pueblo conserva su temperamento particular, su gracia distinta, su arte diverso en la lucha. Ricardo, el padre de Rafael Suárez, es el que da estos espectáculos en la finca de su propiedad, el que brinda al pueblo con un atletismo noble y leal, con un solaz que no empañan las pasiones entusiastas por los respectivos campeones. El veterano Ricardo, el patriarca de Arucas, merece el patriarcado. Y como patriarca falla en caso de duda, dirime las cuestiones con una palabra, o un gesto, sin que nadie sea osado a poner an tela de juicio su desinterés y su imparcialidad.
Entramos en el circo, digo en el Corral de Manuel, donde se celebra la luchada. En el centro del gran patio, centro enarenado con arena fina para amortiguar los golpes de las caídas, está el teatro de aquel juego hermoso y singular. Los de aquí le Ilaman el terrero. Y en torno del terrero se agrupa una muchedumbre ansiosa de emociones, palpitante de placer, vibrando de entusiasmo cada vez que tras la agarrada preparatoria de la lucha, se produce un bello incidente, un sensacional episodio, que el no acostumbrado a tales combates artísticos creería trágico. No corre la sangre...
Asomado de bruces a una ventana de casa del señor Suárez, miro Ia lucha. Me apasiono, tomo partido, soy ya de un bando. Abajo, el público permanece tranquilo en tanto descansan los luchadores o en tanto se verifica pausadamente y sabiamente la agarrada. Después, la tranquilidad se convierte en ansiosa, violenta emocional, mientras dura la lucha, y cuando esta acaba en una soberana levantada, en un fenomenal desvío, en cualquiera de los posibles desenlaces del combate olímpico, el público prorrumpe en aplausos, en imprecaciones y hasta en silbidos, La psicología del público sería una de las cosas más interesantes a estudiar.
Desnudos los luchadores de medio cuerpo abajo, porque solo les cubre un ligero y certísimo calzón de baño y teniendo la parte superior, pecho, espalda y brazos con elática y camiseta blanca, se aprecian bien, se acentúan las recias musculaturas de los adalides. En las piernas y pies desnudos, piernas bien trazadas, pies bien plantados se adivina la fortaleza mayor o menor de los que pelean.! Y qué cuerpos más fuertes, mas bien formados ! Es la gimnasia de todo el organismo como en la antigua Grecia; es la sangre roja que corre a borbotones por aquellas venas; es el cuerpo humano varonil, admirablemente dispuesto, que serviría como de modelo a la estatua de un escultor. Aquí no hay pobreza de sangre, degeneración del hombre, miseria del ser. Es Ia salud triunfante. ! Gloria a la luchada !
Sobre el calzón visten los luchadores otro a rayas azules, aunque mejor diríamos una brevísima enagüilla. Tiene aberturas el cubre-calzón, y por esas aberturas se hace la agarrada. Con la mano izquierda se agarran sujetando al contrario. Y luego las dos manos derechas de los rivales luchadores se acarician, se entrelazan, se convierten en tenazas o en lanzaderas según los casos. Es una cosa formidable, una cosa única y rápidaa como el relámpago. No hay tiempo para que el espectador se desilusione o se espante como en las luchas romanas de circos o teatros, Aquí el hombre se acerca a la naturaleza y no es histrión, es atleta, en todo el sentido noble y amplio de la palabra.
Habían ya transcurrido 22 luchas cuando llegó el momento culminante, el clou del espectáculo. El público desde el primer instante estaba dividido en dos partidos: el bando de los luchadores del Norte y el bando de los luchadores del Sur. Y como casi toda la tarde estuvieron por encima los del Sur en arrestos y en suerte, y como Arucas está en el Norte, no necesito añadir la contrariedad de la mayoría de los espectadores.
Hubo luchas muy emocionantes, singularmente dramáticas. Se distinguieron : Maceo y el Pollo de La Angostura y Manuel Sosa y Joaquín Veror que concluyó por vencer a Manuel Sosa, hasta entonces el campeón. Todos hicieron cosas sonadas y admirables. IMaceo por su fuerza y por su arte, el Pollo de La Angostura por su soberbio juego; Manuel Sosa por su resistencia increíble, que dejó fuera de combate a no sé cuantos adversarios; Joaquín Veror porque con sus bríos dió al final en tierra con Manuel Sosa, y momentáneamente la palma del juego fué al Sur, al partido que estaba en mayoría en el público. Las aclamaciones fueron ensordecedoras.
Manuel Sosa, a caer por fin - después de un juego maravilloso por su resistencia - y viendo que el público vociferaba aclamando a su rival, se volvió diciendo : ¿Qué ha pasado, señores? ! Yo no soy célebre ! Su hermano, que sí es célebre y con razón, aguardaba impasible. Juan Sosa, confundido entre los espectadores, se reservaba, buscaba el desquite del Sur y su victoria propia. i Hermoso ejemplar de hombre ! Blanco, de pelo casi rubio, con una carnación portentosa y una musculatura de hierro; joven, apuesto, bello, de noble y caballeresco continente, dijérase que estaba seguro de su triunfo. Era Apolo encarnado en Hércules. Un Apolo y un Hércules sin presunción, sin fanfarronería.
El Norte: en tanto no se descuidaba. Iba a lanzar a la pelea uno de sus héroes, de sus maestros, Mandarrias. Tiene diez años más que Juan Sosa, que ha sido su maestro. Posee Mandarrias fama en todas las islas Canarias.Ha paseado sus títulos de punta a punta de Gran Canaria en pugna con los de Telde, en pugna hasta con los de la isla de Hierro. ¿ Quién iba a dudar del triunfo de Mandarrias en este domingo, glorioso para los del Sur, pero que les sería fatal en su término? Y se le vio avanzar vestido ya de luchador - había estado funcionando toda le tarde como árbitro -,al centro del terrero. También su apostura es noble, es inteligente, es hermosa. A su favor militaban los laureles de cien victorias. Ya los del Norte preparábanse a sacarlo en hombros, en apoteosis.
Juan Sosa y Mandarrias iban a pelear a siete luchas. Era el clou del espectáculo, el grandioso final de la tarde. Todos los corazones palpitaban, y se hubiera oído el ruido de una mosca. Si alguno tosía lo mandaban callar como si se esperase oír a un cantante. i Momento solemne ! Se hizo la agarrada de los dos maestros, contrastando cl cuerpo velludo y moreno de Mandarrias con el cuerpo blanco y casi sin vello de Juan Sosa, el bigote negro y largo de Mandarrias con el imperceptible bozo de Juan Sosa. Era la madurez diestra, fuerte,
inteligente en lucha con la juventud apolínea, de grandes, de superiores arrestos. Y mentalmente muchos, muchos, apostaban por
Mandarrias...
¿Qué sucedía? ¿ A qué sorpresa de la fatalidad estábamos asistiendo? El por qué de aquella cosa inaudita? ! Mandarrias vencido ! Juan Sosa triunfador ! Pero esto era la primera vez y aun faltaban seis luchas. ¿Pero es que el Dios Apolo protegía a uno de los suyos como protegió a Prometeo antes de ser encadenado a la roca, como protegió a Orestes? En la segunda, en la tercera lucha, Juan Sosa resultó victorioso.
i Fatalidad ! El público rugía sordamente. Y llegó la cuarta... i Ah, también, también en la cuarta quedó Juan Sosa encima, increíblemente triunfante. La partida estaba ganada. De siete luchas, cuatro, cuatro luchas en que Juan Sosa derribó a su rival Mandarrias, a Mandarrias el coloso y el maestro...
i Qué se va a hacer ! Ya vendrá la mía !, exclamó con seguridad y confianza Mandarrias. Y Juan Sosa, lejos de contradecirlo lo confirmaba y apoyaba. Y además, con gesto noble y actitud leal estrechaba la mano de su adversario. Y es que no hay vencedores ni vencidos cuando el juego olímpico de los guanches habla con toda su grandeza y hermosura. Rivales en la lucha, hermanos tras la lucha, se fueron juntos y abrazados Sosa y Mandarrias. Jamás una contienda sangrienta manchó la pureza de esta cristiandad muscular, de este espectáculo de dioses.
Al volver a Arucas nos detuvimos un rato en El Progreso. Y allí un artista inspirado, de talento extraordinario, Carmelo Cabral, nos deleitó con su magistral guitarra. En las cuerdas de su guitarra las hermosas isas adquieren la grandeza, los sublimes tonos de una poesía infinita. ! Bien por Cabral !
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