10 oct 11. Luis Pérez Aguado
El Tribunal de Justicia de la Unión Europea acaba de condenar a España por no designar a tiempo un número suficiente de espacios naturales protegidos en las islas Canarias.
¿Por qué será que no me sorprende?
El Gobierno Canario- al que en la actualidad corresponde estas competencias, ya que las tiene transferidas- no se ha destacado, precisamente, en el cuidado de nuestro medio ambiente, ni se ha prodigado, que digamos, en la conservación de nuestro medio natural.
No es la primera vez que Canarias incumple sus obligaciones en la conservación de los espacios protegidos. Ni tampoco la primera vez que la Unión Europea la denuncia ante el Tribunal de Luxemburgo.
Cuesta entender cómo unos representantes del pueblo, que son terriblemente eficaces en legislar para sus bolsillos, son incapaces para designar los espacios a proteger, que son el futuro de todos los canarios. No será por falta de experiencia, digo yo. Recuerden, si no, las vueltas que, algunos de estos sagaces y avispados personajes, dieron hasta salirse con la suya con los incómodos sebadales, que hacían “cosquillas en los pies” e impedían la construcción del puerto de Granadilla. Los sebadales y otros “bichos” serían trasladados con todas las garantías del mundo a “hoteles de cuatro estrellas”. Sólo que “todas las garantías del mundo” que pregonaban los expertos puestos por la correspondiente consejería canaria, era el “truco del almendruco”. Las palabras, igual que las garantías, se las llevó el viento, los sebadales trasplantados fueron pasto de las fuertes corrientes de San Andrés y los “otros bichitos”, pasaron, igualmente, a mejor vida. Y aquí paz y en el cielo gloria.
Y ¿qué me dicen de la Ley de “desprotección” del catálogo de especies amenazadas de Canarias, que se hizo desoyendo las Directivas Europeas, las recomendaciones de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza y se pasaron por el forro los Libros Rojos de las Especies Amenazadas? Luego, para contrarrestar las críticas de los expertos, estos linces y avispados, que se guían por las directrices marcadas por sus formaciones políticas -que más bien parecen inmobiliarias y sucursales bancarias al servicio de los poderes económicos- idearon, falsearon y mintieron, alegando que los avalaba la comunidad científica y citaron sin rubor alguno a colegios de biólogos, servicios de biodiversidad y otras instituciones, que se apresuraron a desmentir tamaña falacia. Luego llegaron los apoyos políticos del “yo te doy a cambio de que tú me des”.
Y así estamos, a merced de muchos vividores que tratan de llenarse las alforjas mientras la mayoría de los ciudadanos sufre las medidas de ajuste por la crisis.
Porque, igualmente, en esta ocasión, a pesar de que el ejecutivo comunitario, lanzó un ultimátum, nuestras autoridades se lo tomaron con calma, con mucha calma, con demasiada calma. (Los 174 espacios designados como zonas especiales de conservación tenían que estar definidos en diciembre de 2007) ¿Cuál sería el motivo de esta pasmosa tranquilidad? La respuesta, probablemente, esté en la denuncia que lanza Ben Magec, cuando habla de “jugada sucia”, de nuestras autoridades canarias, ya que el retraso pretendía permitir el desarrollo de determinadas infraestructuras que con la normativa habría supuesto un retraso bastante importante para determinadas obras.
Estamos acostumbrados a ver cómo muchas de las ordenanzas se hicieron y se hacen ex profeso para favorecer operaciones urbanísticas, y cómo determinadas leyes se cambiaron a la medida “egoísta” de quienes tienen la prerrogativa de enmendarlas. Por eso me aterra pensar en qué se convertirá nuestra tierra –frágil e irrecuperable- cuando nuestros actuales gobernantes se hagan con las transferencias de Costas. ¿Cuánto tardaremos en que los adefesios de cemento nos impidan ver el mar? ¿Podremos acceder libremente a las playas? ¿Se privatizarán los muelles? ¿Se impedirán los accesos a puertos deportivos, como ya sucede, por ejemplo, con Pasito Blanco? ¿Cuánto tardará el bienestar existente y el disfrute de nuestras costas en ser truncado por la avaricia y el apetito descarnado de unos cuantos poderosos?
Está claro que, mientras ellos estén sueltos, el medio ambiente corre serio peligro.
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