Ayuda al caso Orlandi

22 ene 12. La pasada semana la familia Orlandi, y cien personas mas, se manifestaron en la Plaza de San Pedro, en Roma, para pedirle al Papa alemán que les aclare la desaparición en extrañas circunstancias, en 1983, de la joven Emanuela Orlandi, ciudadana del Vaticano. Este escabroso asunto, que nos recuerda al Padrino-2, pasó desapercibido a la prensa española entretenida con los juicios de Garzón, Camps, y Urdangarines.

Pero en atención a mis amigos italianos, yo quiero hacer aquí un breve recordatorio de aquel misterioso asunto sobre el que pesa una “omertá”, una ley del silencio, que dura ya casi 40 años y que ha impedido que se esclarezca del todo. Recordemos los hechos para ayudar a esta familia romana desesperada, los Orlandi, que en la época de Juan Pablo-II, trabajaban y vivían dentro de los muros de San Pedro y eran ciudadanos vaticanos.

El caso es que un 22 de junio de 1983, Emanuela Orlandi, de 15 años, sale de la ciudad “santa” para dirigirse a clases de piano cerca de Piazza Navona. Allí un desconocido, a bordo de un BMW, entabla conversación con ella, la sube al coche y desaparecen de Roma. El 3 de julio, antes de que la policía tuviera claro qué pasaba, Juan Pablo-II habla del secuestro de Emanuela al terminar el Angelus, en la Plaza de San Pedro, lo que despertó las alarmas a periodistas e investigadores que dirigieron sus focos hacia el Vaticano. Las sospechas se dirigieron hacia el poderoso monseñor Marcinkus, director de las finanzas vaticanas. La policía creía que era la persona que estaba detrás de las misteriosas llamadas al Vaticano para decir que sabía donde estaba la joven y que si querían verla tenían que devolver a la mafia romana, La Banda, el dinero que esta le había prestado al Papa para su apoyo al sindicato Solidaridad, de Polonia. Pero Juan Pablo-II jamás le permitió a la policía romana tocar a Marcinkus, protegiéndolo con inmunidad diplomática hasta su muerte.

Efectivamente, la policía supo que los secuestradores de Emanuela pertenecían a la mafia romana conocida como La Banda, a la que el Vaticano, debía grandes sumas de dinero. Además, la policía romana, en sus pesquisas, se quedó asombrada cuando descubrió que el jefe de La Banda, asesinado en 1990, había sido enterrado con todos los honores en la basílica de Sant'Apolinaire, de Piazza Navona, por “ser una gran benefactor de los pobres”, según dijo el cardenal Ugo Poletti el día de su entierro.

El asombro sería aún mayor cuando en 2008, la amante del mafioso, Sabrina Minardi, dijo que debían abrir su tumba para ver donde estaba la pobre Emanuela. Y, aunque el Vaticano le quitó credibilidad a su testimonio, lo cierto es que la policía romana fue confirmando uno por uno los datos aportados por Sabrina: el zulo donde tuvieron secuestrada a Emnuela, el BMW, etc...No es raro que el Vaticano tratara de desprestigiar a Sabrina porque esta contó a la policía que ella le proporcionaba jovencitas a monseñor Marcinkus para sus orgías y que este estaba implicado en el secuestro de Emnuela. Tal vez por eso y porque resucitar este caso puede hacer fracasar la carrera de Juan Pablo-II hasta los altares, Benedicto XVI se ha negado a esclarecerlo en estos momentos. Esa negativa del Papa, dada a conocer al hermano de Emanuela el pasado 9 de diciembre, ha hecho declarar a su hermano Pietro:

“Espero que algún día Su Santidad encuentre el valor para derribar el muro de silencio y “omertá” que hay tanto en el Vaticano como en el Estado italiano sobre este terrible asunto. Han atascado y escondido esta historia a toda costa”

Para quienes deseen apoyar esta causa, los Orlandi tienen un enlace para recibir firmas solicitando el esclarecimiento del secuestro de Emanuela y es: petizione.emanuela@libero.it

Ser solidarios no cuesta nada y por eso me he atrevido a contar esta historia aquí para mis lectores que estoy seguro que serán sensibles a este escabroso asunto.

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