15 may 11. Antonio Benítez se resiste a que desaparezca la tradición que dio nombre a la localidad aruquense de El Trapiche. Hace tan sólo cien años había extensas plantaciones de caña de azúcar y cuatro ingenios para elaborar el guarapo, miel, ron, vino o vinagre.
Cada fin de semana, Antonio Benítez recorre la geografía de Gran Canaria para vender el guarapo de las cañas de azúcar que cuida con mimo en su pequeña finca de El Trapiche, a medio camino entre Bañaderos, Arucas y Firgas. Va a los mercadillos agrícolas que organiza el Cabildo y ahora también a algunas fiestas veraniegas, donde se agradece un vaso de zumo recién exprimido. No vende mucho, pero tampoco se plantea hacerse rico. Su ilusión es crear un museo vivo de la caña dulce, para explicar a los escolares y a los turistas que la historia de Canarias no sólo está estrechamente vinculada a esta actividad agrícola, sino que condicionó la vida de los isleños desde la conquista hasta mediados del siglo XIX.
A la espera de que alguna institución le ayude a cumplir su sueño, cada sábado se pone en marcha para enseñar los secretos de la caña de azúcar. Para ello, ha diseñado y construido un trapiche móvil, una versión reducida y casera de la maquinaria industrial que utilizan las fábricas azucareras. Con ese ingenio tritura la caña y refresca el guarapo, listo para refrescar el gaznate tras las polvorientas ferias de ganado o las sofocantes romerías de julio y agosto.
"Esto empezó como un hobby, compré la finca, cultivé unas cuentas plantas y elaboraba el guarapo para los amigos, pero la caña de azúcar engancha y tiene duende", señala Antonio mientras arranca unas matas para hacer una demostración en directo. En una fanegada, unos 7.000 metros cuadrados, cultiva seis variedades. Antes, la mayor parte de esta vega aruquense estaba plantada de caña de azúcar, pero fue sustituida por las plataneras y acabó desapareciendo.
Eso supuso también el fin de los trapiches. "Hace un siglo había aquí mismo tres o cuatro para hacer la miel, y abajo en Bañaderos existía una tienda, la de los Quevedo, que elaboraba el ron", explica Antonio, que ha recopilado la historia de su pueblo para enseñársela a las nuevas generaciones. Los socios de aquella fábrica de ron se separaron y crearon dos, una en Becerril y otra en La Aldea. En este último lugar nació el famoso ron El Charco, cuyo propietario trasladó luego el negocio a la localidad palmera de San Andrés y Sauces. Allí sigue. Antonio no aspira a tanto, sólo a recuperar un trozo de historia. Fuente
1 Comentarios Blogger:
DEBEN BUSCAR APOYO CON FIRMAS EN ALGÚN CORREO CON FOTOS DEL DAÑO QUE HARÁN SI PASA LO DEL TREN, Y ES PRONTO POR QUE LOS MALOS NO DUERMEN, VAMOS PA'LANTE CON EMPUJE Y DECISION
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