¿Hacia dónde vamos?

15 jun 11. Marisa Santana R.
Hoy, 15 de junio, se cumple un mes exacto del inicio del famoso ya “Movimiento 15 m” y como ciudadana de a pie, me gustaría hacer unas reflexiones sobre este fenómeno.

Para empezar, dejar clara mi postura a favor de que la vida política en nuestro país, deba encauzarse de otra manera. Nuestra Democracia, Nuestra Constitución, son los instrumentos ideales para reconducir, modificar, controlar, mejorar, aquellos aspectos que, con el paso de los años, han causado problemas más que palpables en nuestra sociedad.

Una sociedad de bienestar que se encuentra amenazada por Políticas inadecuadas y, como no decirlo, por políticos y políticas que no han sabido estar a la altura de las circunstancias.

Ahora bien, nuestro sistema democrático ampara y establece que cualquier ciudadano/a tiene la oportunidad de intentar poner su granito de arena para mejorar todo aquello que estime conveniente a través de cualquier formación política, agrupación de electores, etc.

Esto significa que, si somos personas con inquietudes, con deseos de mejorar nuestra sociedad, nuestro entorno, podemos libremente pasar a tomar parte activa en las Instituciones y asumir la enorme responsabilidad que supone representar a nuestros conciudadanos.

Una vez dado este paso, reconozco que, como en toda “familia de bien”, hay de todo, pero lo que no podemos es generalizar y decir que todos los políticos/as son unos corruptos, chorizos y demás lindezas así como todos los maestros/as no son unos gandules, ni todos los albañiles, fontaneros, electricistas, etc son unos estafadores, poco serios, etc. En fin, todo en su justa medida y, como las meigas, “haberlos hailos”.

En la parte que toca a los políticos, y como responsables públicos, estamos sometidos a la evaluación continua de los ciudadanos y eso es muy sano. Todo el peso de la ley debe caer sobre todo aquel que se extralimite en sus funciones, pero es la JUSTICIA (así con mayúsculas) quien dirime si se condena o no esa actuación, nunca antes y por nadie más.

Asumida pues la cuestión de que se persiga y se castiguen las malas praxis, debemos afrontar la situación actual como una prueba de que las cosas deben cambiar urgentemente. No es de recibo que la población caiga en el desánimo y en el desencanto a la hora de ejercer un derecho tan preciado como es el de Votar.

“Los indignados” abanderaron la abstención como modo de protesta, pero esa no creo que sea la solución a los males. Debemos reforzar nuestro sistema democrático y darle mayor transparencia.

Miles de jóvenes, y no tan jóvenes, han apoyado y apoyan este movimiento de protesta que les ha llevado a manifestarse no sólo en las grandes ciudades, sino también en muchos municipios, mostrando su disconformidad con la conformación de los diferentes ayuntamientos, parlamentos, etc.

En este punto, quiero aclarar que, a ese respecto, no en todos los lugares se ha obrado igual. En nuestro municipio, por ejemplo, pudimos ver a un grupo de “indignados” que proferían sus consignas a los políticos, con mayor acierto o no, pero que no pasaron a nada más. Defendían su postura y así la manifestaban.

Sin embargo en otros lugares, se impedía el paso a los edificios oficiales, se increpaba a la policía nacional llamándoles “asesinos a sueldo”, etc. En Madrid incluso, se llegó a perseguir al alcalde electo de la capital hasta su domicilio familiar, profiriéndole insultos y amenazas…. En definitiva, actuaciones que se salen totalmente del derecho a manifestarse, protestar, etc.

Y es en este punto donde quisiera que, lo que empezó siendo una protesta de lo más pacífica y con un objetivo definido, que arrancó las simpatías y el apoyo de muchos, no se convierta en una excusa de algunos para causar más daño que beneficio a nuestro país.

Que hay muchos motivos, para estar “indignados” seguro que sí. Un sistema que permite en la actualidad, que partidos con bastantes cargas antidemocráticas y antisistemas en general, accedan a instituciones, se alimenten de los impuestos de todos, accedan a las bases de datos oficiales, y reaviven el terror y la coacción hacia representantes de partidos demócratas y hacia la población que simplemente no comparte sus ideales. Un sistema electoral en Canarias que hace que los votos de unos canarios valgan más que otros, es motivo de indignación, que las fuerzas más votadas, del color que sean, se vean relegadas por pactos, conjuras y demás, también. Que lo que los ciudadanos manifiestan en las urnas luego se convierta en lo contrario, también.

Que hay que poner freno a todo lo anterior, es un clamor popular. Que hay que poner en marcha una gestión más transparente y participativa en todas y cada una de las administraciones, que evite los desmanes y asegure el estado de bienestar, también.

Por todo ello, quisiera que se calmasen los ánimos y nos parásemos a pensar hacia dónde vamos si seguimos actuando de la misma manera y sobre todo, que no se manipulen tergiversen o se aproveche nadie de una situación delicada que se puede convertir en insostenible si no se tiene cautela y no se actúa a tiempo. No nos dejemos llevar por causas que se enmascaran detrás de cualquier circunstancia. Seamos críticos hasta la saciedad, pero ciñámonos a los límites que nos marca nuestro sistema.

La Democracia no se consiguió de la noche a la mañana y sólo los que vivieron en épocas anteriores, saben del valor de poseerla y el deber de protegerla.