9 jun 08. El Norte es una bomba en caso de incendio
Estaba sumergido en un mar de zarzas y cañas. Es el bosque escondido, la Atlántida de la laurisilva canaria. Pero no hay una sola, hay muchas, casi tantas como barrancos umbríos en las medianías norteñas de la Isla. Un proyecto de limpieza del Cabildo insular ha redescubierto un paisaje primitivo.
Cuando yo era chiquillo, el agua corría como un río por este barranquillo», recuerda Fernando Carrasco con un matojo de palos a la espalda en mitad del cauce de La Pedrera, entre Arucas y Teror. A sus 63 años habla de otros tiempos, de cuando la gente vivía en el campo y lo tenía limpio como una patena. Lo hacían por necesidad, para sus cultivos y animales. Hoy le pagan porque no hay quien lo haga. El abandono hunde al medio rural. Zarzas y cañas lo invadieron todo y ocultaron durante años reductos de bosques de laurisilva y de ribera, de saos, álamos blancos, bicácaros, olmos y laureles. Oro verde escondido en la espesura.
Fernando no está solo. Lleva semanas cortando cañas con Águeda, Josefa, Yésica o Soledad. Forman una de las cuadrillas que ha contratado el Cabildo de Gran Canaria para limpiar los fondos de los barrancos. Lo hacen en el marco de un proyecto de selvicultura, subvencionado por el Servicio Canario de Empleo, que se puso en marcha con dos objetivos. Por un lado busca intervenir en el paisaje para ayudar a la prevención de incendios. Y por el otro pretende la reinserción en el mundo laboral de casi 300 personas, la mayoría mujeres de más de 45 años. Trabajadores sociales y educadores, como Dunia Domínguez o Pablo Rodríguez, les dan fórmulas para lograr salir del paro.
«Hay 16 puntos de actuación», se explica Jesús Frías, uno de los cuatro ingenieros del proyecto. A ellos les correspondió seleccionar en qué barrancos y en qué tajos se iba a limpiar. «Se buscaron los de mayor urgencia por su cercanía a núcleos poblados», abunda Eva Jaime. La idea es que cada cauce limpio haga las veces de cortafuegos. Se ha trabajado a destajo, pero recalcan que lo hecho es sólo un primer paso. Para empezar, están limitados en el tiempo. El proyecto dura seis meses, se perdió uno contratando al personal y acaba en junio. Y los empleados se han batido el cobre, pero no son cualificados y tampoco todos pueden rendir igual.
Una bomba. Lo cierto es que a María Antonia Pérez no había quien la moviera del tajo. «Pero muchacho, si por aquí no se podía caminar». Calcula que hacía 50 o 60 años que no se limpiaba. La mujer se afanaba cortando los rebrotes de la caña recién cortada. Crece como una plaga. Y con la zarza hace tan buenas migas que cuando se juntan no hay quien pase. Lo sepultan todo en una maraña tupida e intransitable, pero eso no es lo peor. «Arden con facilidad y son el combustible ideal para la propagación del fuego», advierte Rosa Cáceres, otra de las ingenieras.
Ahora confían en que tanto esfuerzo no quede en balde. El Norte es una bomba para un incendio. Este proyecto sembró una semilla. Si no se riega, la caña tapará otra vez el bosque.
Fuente: Canarias7
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