TÍTULO: Las Venas Abiertas de América Latina
AUTOR: Eduardo Galeano
EDITORIAL: Siglo Veintiuno, Madrid, 15ª edición, 486 pag.
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Qué decir de Eduardo Galeano, ese prolífico escritor, ensayista, poeta, articulista y no sé cuantas cosas más, uruguayo. Sus opiniones lúcidas sobre la realidad mundial que nos toca vivir son de sobra conocidas, y su estilo irónico, fresco, original y desenvuelto le han hecho acreedor de los mayores elogios.
Pues bien, "Las Venas" es su obra más emblemática. Escrita en 1970, y revisada en 1978, no ha perdido la más mínima actualidad. Se trata de un libro de Historia Contemporánea, en el que se relata el devenir del subcontinente latinoamericano, desde su conquista por los europeos, hasta la actualidad. Y no es una historia fáctica, es decir, de hechos y batallitas. Todo lo contrario, es la historia del expolio, la injusticia y la destrucción y sometimiento que este continente ha sufrido desde el siglo XVI hasta el XX a manos de los "civilizadores" occidentales.
La atención principal se dedica a los hechos económicos, y se estudia desde el comercio del oro y el azúcar de los primeros tiempos de la conquista, hasta las modernas formas de despojo de las materias primas como café, petróleo, cacao etc. Ello haciendo un brillante estudio de cómo actualmente las economías de los países emancipados pertenecen del todo (y no ha podido ser de otra manera)a sus antiguos colonizadores. Por supuesto se estudian concienzudamente las causas y el desarrollo histórico de estos hechos (el libro cuenta con un amplio índice analítico).
Y si a todo ello sumamos que está escrito con un estilo made in Galeano, rápido, directo, agudo, sin artificios, lleno de ejemplos ilustrativos, podremos concluir que estamos ante una obra maestra, que se lee con vivo interés y sin caer en el menor sopor o aburrimiento.
Transcribimos a continuación unos párrafos del apéndice añadido en 1978.
"Sé que pudo resultar sacrílego que este manual de divulgación hable de economía política en el estilo de una novela de amor o de piratas. Pero se me hace cuesta arriba, lo confieso, leer algunas obras valiosas de ciertos sociólogos, politicólogos, economistas o historiadores, que escriben en código. El lenguaje hermético no siempre es el precio inevitable de la profundidad. Puede esconder simplemente, en algunos casos, una incapacidad de comunicación elevada a la categoría de virtud intelectual. Sospecho que el aburrimiento sirve así, a menudo, para bendecir el orden establecido: confirma que el conocimiento es un privilegio de las élites.
Algo parecido suele ocurrir, dicho sea de paso, con cierta literatura militante dirigida a un público de convencidos. me parece conformista, a pesar de toda su posible retórica revolucionaria, un lenguaje que mecánicamente repite, para los mismos oídos, las mismas frases hechas, los mismos adjetivos, las mismas fórmulas declamatorias. Quizás esa literatura de parroquia esté tan lejos de la revolución como la pornografía está lejos del erotismo.
Uno escribe para tratar de responder a las preguntas que le zumban en la cabeza, moscas tenaces que perturban el sueño, y lo que uno escribe puede cobrar sentido colectivo cuando de alguna manera coincide con la necesidad social de respuesta. (...)
La veneración por el pasado me pareció siempre reaccionaria. La derecha elige el pasado porque prefiere a los muertos: mundo quieto, tiempo quieto. Los poderosos, que legitiman sus privilegios por la herencia, cultivan la nostalgia. Se estudia historia como se visita un museo; y esa colección de momias es una estafa. Nos mienten el pasado como nos mienten el presente: enmascaran la realidad. Se obliga al oprimido a que haga suya una memoria fabricada por el opresor, ajena, disecada, estéril. Así se resignará a vivir una vida que no es la suya como si fuera la única posible. (...)
Esa realidad y esos libros muestran que el subdesarrollo latinoamericano es una consecuencia del desarrollo ajeno, que los latinoamericanos somos pobres porque rico es el suelo que pisamos y que los lugares privilegiados por la naturaleza han sido malditos por la historia. En este mundo nuestro, mundo de centros poderosos y suburbios sometidos, no hay riqueza que no resulte, por lo menos, sospechosa."
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