La conquista de Arucas CAPÍTULO III

Viene Pedro de Vera- Desastre en el Bañadero, el 30 de noviembre- Muerte de Doramas, el último de los canarios


En la nave supradicha llegó el General Pedro de Vera, en compañía de varios capitanes y de muchos soldados, con órdenes de poner preso a Juan Rejón y enviarle a España (18-8-1480) .

Los indígenas, con sus victorias parciales, se habían vuelto agresivos y no desperdiciaban ocasión para atacar a los españoles (1) .

Un día mandó Pedro de Vera al Alférez Mayor, Alonso Jáimez de Sotomayor que hiciera una incursión por la costa del Bañadero con el fin de traer ganado; y los isleños mataron a siete españoles y dañaron a unos cuarenta, sin que ellos tuviesen un solo herido. Quienes causaban más perjuicio a los conquistadores era Doramas y su cuadrilla. Este guerrero dominaba en Afurgad y Arehucas, lugares en que se hallaban de ordinario; llegando con sus hazañas y entusiasmo patriótico a ser el alma de la independencia canaria.


(1) Alonso Jáimez de Sotomayor (atribución) Conquista de la Isla de Gran Canaria Cap. 14 y J. Viera y Clavijo. Historia de las Islas Canarias Libro VII párrafo 32.

Los españoles estaban atribulados porque, además de otras contrariedades, no tenían vestiduras, ni armas, ni alimentos. Y si los canarios encontraban algún soldado fuera del campamento persiguiendo algún animal, o le mataban o le llevaban prisionero.

A mediados del siguiente año llegaron de España tres navíos con vituallas, gente de guerra y cuanto les era necesario para proseguir la campaña, para la que se preparaban con maniobras de combate y simulacros de pelea; cosas que aprendían los canarios, observando ocultos en la vecina espesura.

Como la mejor entrada hacia el Norte de la isla era la pequeña degollada del Portichuelo, acordaron los indígenas fortificarla con murallones en los que levantaron torres a estilo de mirador, como aquél de madera que habían edificado los conquistadores en el Real de Las Palmas. Entre esos murallones hacían también sus ejercicios militares, tocando de noche a rebato, con pitos y bocinas; resolviendo hacerse fuertes allí Doramas y los suyos, después de llevar al interior a las mujeres, niños y ganado.

Bien comprendían los españoles que la conquista de la isla era imposible mientras Doramas existiese, en vista de lo cual Pedro de Vera y sus capitanes resolvieron hacer una gran cabalgada, ya por si pudieran cautivarle, ya para amedrentar y castigar a los envalentonados canarios.

Llegó el 30 de enero de 1481. preparados como cristianos y arengados por el General, salieron de Las Palmas al amanecer, cincuenta soldados de caballería con las lanzas, y doscientos de infantería con ballestas y arcabuces, llevando Alonso Jáimez de Sotomayor la bandera de la conquista; blanca con dos puntas y los emblemas de León y Castilla; quedando en el Real la tropa necesaria para su defensa.

Sin ninguna contrariedad cruzaron el palmar de Tamaraceite, viendo únicamente desde lejos a algún que otro canario huyendo desatentado. Llegaron a vistas de Tenoya, desde cuyo cerro pudieron observar las fortificaciones que tenían preparadas los indígenas

Pedro de Vera mandó ponerse en fila toda la guarnición - maniobra muy usada en el arte militar de aquella época - para dar la impresión de llevar un ejército doble del que realmente había. Bajaron así todos a compás por la ladera de Tenoya que da al barranco de su nombre; subieron la loma de enfrente y al entrar en el Portichuelo salió de aquellos alrededores gran multitud de canarios que embistió furiosamente a los españoles con piedras, palos y rudimentarias saetas que disparaban a pulso con maldita puntería.

Poco hicieron los arcabuces y ballestas, y como no había tiempo para volverlas a cargar, fue menester alancearles; tanto más cuanto que ya estaban metidos aquellos enemigos por entre los caballos, embistiendo como fieras y armando el más espantoso griterío. En esto acudió valle arriba un escuadrón de ligerísimos canarios que trepando por la cuesta, cayeron de improviso sobre los españoles. Eran los del terrible Doramas, que mientras se bañaba en el mar con su gente, sabedor del suceso, presentábanse en el campo el honor con el arrojo de tigres.

! Llegad a mí !, gritaba en su idioma el jefe isleño. ¡ Llegad a mí, seis…doce…veinte ¡ ¡ los que quieran… ¡ ¡ no tiren de fuera, embusteros, traidores… ¡ .

Y agitando una tremebunda maza con la mano izquierda, pues era zurdo, movíala en todas las direcciones con tal fuerza que desharretaba caballos y cortaba piernas, manos y cabezas a cuantos españoles alcanzaba; dando al mismo tiempo rabiosos alaridos que enardecían a los suyos y evitando con suma rapidez de movimientos los golpes de sus adversarios.

Todos huían de Doramas, y negra la hubiesen pasado los conquistadores si Pedro de Vera y otros caballeros no se hubiesen jugado el todo por el todo acorralándole como pudieron y acometiéndole todos a la vez. El primero que se lanzó fue Juan de Flórez, picando recio a su caballo; y Doramas, del golpe que le dio le rompió la cabeza. Al instante Pedro López, soldado de infantería, le acometió con su espada, y Doramas se la quitó de las manos con un revés que le dio en ella. Entonces Pedro de Vera y dos caballeros más le acometieron a un tiempo. El uno, Diego de Hoces, le hirió en la espalda y Doramas le rompió una pierna, diciéndole: ¡ no te irás alabando! .

Pero en aquel momento Pedro de Vera le clavó la lanza en el pecho y otro le desgarró un brazo con un tiro de arcabuz.

Doramas, rugiendo desesperado, exclamó dirigiéndose a Vera
¡ No eres tú quien me ha matado, sino el traidor que me hirió por la espalda ¡ . Y atontado cayó desangrándose, con ansias de muerte.


Una turba de canarios arremetió violenta, queriendo defender a su jefe, pero al verle caído y moribundo, todos se desbandaron, menos algunos que se entregaron prisioneros, para no abandonarle en su desgracia. Pedro de Vera quiso llevarlo vivo al campamento para que honrase su triunfo y para que el obispo don Juan de Frías le instruyera y bautizase. Pero cuando comenzaron a bajar lo que en aquel tiempo se llamaba Cuesta de Arehucas ( hoy Cuesta de la Arena ) frente a Tenoya, le entraron fatigas de muerte. Pidió agua y fueron pronto a traerla, a unos ochenta pasos. Creyeron que quería morir como cristiano, le bautizaron condicionalmente, imponiéndole el nombre de Pedro y sirviéndole de padrino el mismo general Vera. Pero como entendieron que lo que quería era beber, se la dieron; e inmediatamente la arrojó por las heridas y expiró.

Eran las diez de la mañana cuando se terminó la pelea que había comenzado a las ocho. Descansaron un poco las tropas, echaron luego a tierra todos los murallones y regresaron al campamento, llegado el mediodía, trayendo clavada en una lanza la cabeza de Doramas, y teniéndola durante muchos días expuesta en la placetilla del Real, junto con su gran maza de combate; la que un español de mucha fuerza apenas podía levantar con las dos manos; y él la manejaba con la izquierda con tal viveza y energía, que ni un solo enemigo pudiera acercarse a él en la hora del combate (2) .

Lejanos ya los españoles, recogieron los indígenas el cuerpo de Doramas, le hicieron a su modo unos funerales, vinieron a su entierro todos los ejércitos indígenas y le enterraron en el bosque donde había vivido, existiendo aún su sepultura en 1617, cercada de un muro de piedras y adornada con una cruz. Pero actualmente se ignora donde estaban.

Doramas no era muy alto como Adargoma, pero sí de musculatura sumamente desarrollada; ligerísimo de cuerpo y de fuerzas prodigiosas como se ha dicho; muy ancho de espaldas y muy abiertas las ventanas de la nariz, por lo cual le llamaban con tal nombre, en el idioma aborigen.

(2) Alonso Jáimez de Sotomayor. Manuscrito antes aludido, cap. 16
(3) Viera y Clavijo Noticia de la Historia de Canarias Libro VII , párrafo 32.









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