4.000 alzados en defensa del monte de Doramas (y II)

2ª entrega del Motín de 1823 por salvar la Selva de Doramas de los especuladores (Aquí la 1ª parte)


En junio de 1823 ardió la Montaña de Doramas. Los pueblos de Arucas, Teror, Firgas y Moya acudieron a sofocar el incendio y, de paso, a destruir las fincas que se habían hecho en la Montaña. Cuando lo supo el Ayuntamiento de Las Palmas envió una compañía de 100 hombres a las órdenes de José Joaquín Matos. Pero los citados pueblos les salieron al encuentro, armados con los fusiles del regimiento de Guía y con hoces y garrotes, y las tropas enviadas por Las Palmas huyeron. El comandante general de Canarias, mariscal de campo Ramón Polo, envió al teniente coronel Toscano a Las Falmas. Poco después deportó al Puerto de la Orotava a D. Juan Bautista Undaveitia, antiguo Regente de la Audiencia, a quien se consideraba - junto a otras personas de "alta categoría"- promotor de los desórdenes. Y por último, y a petición del Ayuntamiento de Las Palmas, envió una compañía de 100 hombres al mando de Castañón.

En cuanto supieron que había llegado Castañón, los sublevados acordaron reunirse en la plaza de Teror el día de la Virgen del Pino con el intento de abolir la constitución una vez que se viesen libres de Castañón, pues suponían que los males que acontecían a la isla eran debidos al Gobierno, y que con arrasar el monumento y particularmente la estatua de la Libertad que designaban con el norr bre de Maria Cebolleta, quedaba todo tranquilo (14).

El 7 de septiembre ya estaban los pueblos del norte reunidos en Teror. Desde allí se dirigieron a Tafira para encontrarse con los de la Vega de Santa Brígida y Tafira, y muchos que habían llegado de Telde (aunque de este pueblo no acudieron en el número que esperaban). Había entre ellos, también, soldados de los regimientos de Las Palmas y Guía. Iban armados con fusiles, cuchillos, palos, trabucos y, en general, con un armamento variado y desigual.

A su frente se pusieron personas que no dejaban de ser importantes, pues los capitaneaba un Presbítero de Teror D. Domingo Regalado, un tal Bernardino, hombre atrevido de Arucas, y otro no menos influyente llamado D. José Ortega, natural de Teror y sujeto acomodado pero habían algunas personas de orden superior enlazadas con el partido apostólico con el fin de recoger dentro de poco tiempo el fruto de sus trabajos, pues si bien en los pueblos era la cuestión de los montes, en pocos la cuestión de la capitalidad, no acontecía lo mismo en los jefes propiamente dichos, que si bien les halagaban con todo lo que podía ser favorable para sublevarles, ellos pensaban de otro modo, como acontecía al más importante, que era D. Pedro del Castillo y Bethencourt, prebendado de la catedral, de escasa instrucción y talento superior, de un orgullo sin límites, que aspiraba a la mitra de Canarias en recompensa de sus servicios a la causa absolutista; D. José Navarro, natural de Telde y presbítero, aspiraba a la canonjia; D. Pedro Alcántara Déniz, éste trabajaba por su convicción y por los montes, y D. Pedro Castellano, vecino de Arucas, por la amistad que tenía con Déniz (15).


Teror a comienzos del siglo XX. Al fondo, Osorio, parte del monte Doramas que aparece talado por completo por los caciques que se adueñaron del monte

En Las Palmas, cuando supieron los movimientos de los sublevados, se puso a las tropas sobre las armas, se prepararon los castillos, se reunió a la milicia nacional y el Ayuntamiento, reunido en sesión permanente, nombró a dos comisionados "para hacer ver a los sublevados la imprudencia que iban a cometer". Uno de ellos, D. José Quintana L1arena, se dirigió inmediatamente a Tafira a cumplir su misión. En San Roque un vecino le informó que estaban reunidos en El Tanque los de Teror, Valleseco, Firgas, Arucas y San Lorenzo. En Tafira le detuvo una partida al grito de "Viva la Virgen del Pino y la Montaña de Doramas". Los alcaldes no estaban allí, habían ido a San Mateo y Santa Brígida a tratar de que esos pueblos se uniesen a los sublevados. A las diez de la noche llegó un "espía" de Las Palmas que informó del fracaso de una "combinación" que se había intentado con la tropa y, especialmente, con la milicia nacional, porque estos quisieron imponer unas condiciones inaceptables para los sublevados: "Entre ellas era una dar el gobierno militar al comandante de la Guardia Nacional, D. Francisco María de León, y el de la guarnición para otra persona que no agradaba" . Poco después, llegaron los alcaldes, le dijeron a Quintana que no se retiraban, y éste se volvió a Las Palmas. (Unos días después, el 12 de septiembre, fue de nuevo comisionado para parlamentar con los sublevados, y esta vez sí que logró que se retirasen).

Cuando volvía a Las Palmas, en las Rehoyas se encontró con Castañón y Francisco María de León, que se había puesto en marcha con las tropas a las doce de ese mismo día. Les informó de lo ocurrido, pero éstos siguieron su marcha hasta que divisaron a los amotinados, dispararon unos cuantos tiros de cañón a puntos distantes de donde se hallaban -lo que fue suficiente para dispersarlos- y se volvieron a la ciudad.

Algunos amotinados, dirigidos por los presbíteros D. Domingo Regalado y D. Manuel Navarro - "que gozaban de una gran influencia en el país"- pasaron a la cumbre y llegaron a Tirajana, donde, ayudados por los alcaldes y el cura D. Antonio Falcón "sublevaron a los habitantes sin que quedase uno siquiera que no formase parte de estas gentes"; entre ellos estaba Domingo Liria, "negro de una estatura y fuerza colosales que por garrote llevaba un timón de arado, y que pronto dominó a todos y se vió dueño absoluto de las masas" (16). De allí se dirigieron a Agüímes donde hallaron al pueblo ya armado a las órdenes de los alcaldes, del cura de Santa Brígida D. Agustín de la Vega, de un fraile dominico llamado Juan Alemán y de Juan Gordillo, el principal dirigente. Luego pasaron por Ingenio y Carrizal, donde también se habían armado los vecinos, y todos juntos, con los cañones del Castillo del Romeral tirados por camellos, se fueron a Telde, donde se les unieron los vecinos de la comarca capitaneados por un tal Francisco Suárez, el ejército y la guardia nacional. En Telde quemaron los papeles del Ayuntamiento y, al saber que venían de Las Palmas a atacarlos, tomaron posiciones.

Castañón con 450 hombres de todas las armas, después de oír misa en la Plaza de Santa Ana, se dirigió a Telde. Allí, según Millares Torres, "envió un parlamentario, ofreciendo a los rebeldes un perdón generoso si se retiraban tranquilamente a sus casas. Las compañías que pertenecían al regimiento de Telde observaron que su responsabilidad en aquellos momentos era muy grave, y circulando la noticia entre ellos, se conmovieron y, por un movimiento involuntario e irresistible, los soldados seguidos de sus oficiales se pasaron con armas y bagajes a los liberales. Tal abandono fue de un efecto terrible" (17).


El 13 de Septiembre de 1823 fue ejecutado Matías Zurita, de 72 años, presunto dirigente de la rebelión


Lo cierto es que a los primeros cañonazos los amotinados se dispersaron, perseguidos por las tropas, que realizaron muchas detenciones y cometieron muchos abusos. Inmediatamente se iniciaron los procesos. El 13 de septiembre fue fusilado un anciano de 72 años (y nueve días, precisa Chil, que fue a ver la partida de bautismo), al que se hizo aparecer como el dirigente de la rebelión: Matias Zurita.

Fue la única sentencia de muerte que se dictó, aunque en los enfrentamientos hubo al menos otro muerto, el cabecilla Francisco Suárez, al que mató con su espada Castañón. Como castigo, para los gastos de pacificación (7), Castañón impuso el pago de 6.000 duros a los pueblos que se sublevaron y el de todas las contribuciones atrasadas.

Ya el 15 de septiembre, comunica el teniente coronel Toscano al comandante general que se habían cobrado casi en su totalidad (18). Un carpintero liberal, Juan Nepomuceno Santana, "era el encargado de dar cuenta de las personas que podían por dinero librarse del castigo. Muchos inocentes fueron acusados nada más que para saciar la avaricia de sus jueces, y no pocos tuvieron que vender sus animales e instrumentos de labranza para salvar la vida" (19).

La noticia de la caída del régimen constitucional llegó a Las Palmas el 11 de noviembre. No hace falta decir que fue recibida con alborozo por los pueblos, e incluso por la capital, donde la multitud, concentrada en la Plaza de Santa Ana derribó la estatua de la Constitución (20). Castañón y Toscano huyeron, el primero a Gibraltar, y el segundo, responsable directo de la muerte de Zurita (había pedido otra pena de muerte para otro de los cabecillas, José Urquía, que fue rechazada por el comandante general), juzgado en rebeldía, fue condenado a la pena capital.


Al final, la montaña de Doramas fue otorgada por el régimen absolutista al general Morales


A la viuda de Zurita se le otorgó una pensión y muchos pudieron recuperar el importe de las multas impuestas por Castañón. Pero el objetivo principal que se pretendió con la rebelión no se logró. Sería precisamente el régimen absolutista - fundamentalmente con las datas del mariscal de campo Francisco Torrás Morales y de su yerno, Ruperto Delgado- el que acabaría con la Montaña de Doramas.


NOTAS
1.- Francisco María de León: Historia de las Islas Canarias (1776-1868). Santa Cruz de Tenerife. 1966. pág. 195. nota 1.
2.- Agustín MILLARES TORRES: Historia General de las Islas Canarias. Tomo IV. Las Palmas de Gran Canaria. 1917.
pág. 312 Y ss.
3.- Domingo J. NAVARRO: Recuerdos de un noventón. Las Palmas de Gran Canaria. 1917. pág. 107.
4.- Manifestación que el Coronel D. José Quintana, Comandante del Batallón Nacional de Las Palmas, hace a sus
conciudadanos sobre el contenido de varios anónimos, que el partido enemigo de la causa Nacional ha esparcido,
tanto dentro como fuera de la Provincia, para extraviar la opinión. Las Palmas. Imprenta de Las Palmas. 1842.
5.- A(rchivo) M(useo) C(anario). Chil. EStudios... Ms·5-1I-A-3, pág. 743.
6.- ibid. pág. 756.
7.- ibid. pág. 759.
8.- ¡bid.
9.- ¡bid. pág. 768.
10.- A. M. C. Col. de Documentos de A. Millares Torres. Tomo VII. pp 113-137.
11.- A. M. C. Chil. Estudios....·5-1I-A-3. pág. 843.
12.- ¡bid.
13.- ibid. pág. 845.
14.- ibid. pág. 853-854.
15.- ibid.
16.- ibid. pág. 857-858.
17.- A. MILLARES TORRES. op. cit. pág. 314.
18.- A. M. C. Chil. Estudios...,·5-1I-A-3. pág. 867.
19.- ¡bid. pág. 863.
20.- A. M. C. Chil, Estudios..., Ms.·6-1I-A-4. pág. 89


Jesús González de Chavez

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