¡Qué malos son!

8 ene 13. Luis Pérez Aguado

Nos fueron mostrando lo malo que eran. Rebuscaron en sus vidas privadas. Husmearon en sus vacaciones y, sembrando la duda, nos cotillearon, por ejemplo, como se fueron de cruceros (igual que hacemos muchos de nosotros gastando exactamente lo mismo, pero ellos, claro, es otra cosa. Es el enemigo a batir).

Una imagen aislada, en ocasiones rebuscada, ante una apetitosa comida con mariscos -que un interesado comentarista sabrá sacarle provecho y un editor, con la misma perfidia, colocará en el sitio adecuado el día oportuno- será motivo suficiente para que nos lancemos a la yugular de todos los del gremio.

Somos así de simples y no hace falta que nos cuestionemos más verdades que el hecho narrado. El feroz egoísmo que mora en nuestro interior hará lo demás. La antipatía y el fuerte arraigo que tenemos los humanos para aceptar el desprestigio como animal de compañía puede con nosotros. No hay guapos ni feos, todos sucumbimos y consentimos en agrandar la bola, aunque sepamos a ciencia cierta que hay medias tintas y no siempre todo es autentico ni completa verdad.

Es sorprendente lo que puede dar de sí un reloj que hace treinta años fue regalado a un destacado sindicalista por un sector gremial italiano dedicado al submarinismo, claro que la consigna es desnaturalizar los hechos y dejar entrever que el reloj es producto de lo mucho que gana en el sindicato.

A la postre, los que más tienen que esconder, lanzan mensajes sobre la inutilidad de los sindicatos, el derroche económico, la politización de los mismos, la cantidad de liberados que hay sueltos por ahí, y finalizan con un sinfín de improperios como “que se pongan a trabajar, que son unos gandules”.

Me parece que a estas alturas no estamos en disposición de defender ni poner la mano en el fuego por nadie. En todos los grupos y profesiones siempre ha habido vividores y aprovechados y no nos toca a nosotros poner en cuestión la verdad o mentira de los hechos.

Lo cierto es que nos desgastamos dando valor a los defectos de los otros. Nos dejamos llevar por el resentimiento y no vemos que detrás de tanta arenga existe la intención de solventar los intereses de una minoría muy privilegiada y que, para ello, necesita acallar cualquier atisbo de protesta contra las políticas antisociales.

La antipatía y la tirria van calando. La información basura, interesada y distorsionada, cumple su papel. La turba de hipócritas -que no se compromete con nada, pero se acogen a los beneficios obtenidos por los otros- sigue la consigan del líder, que está ahí para ser adorado. El pensamiento único de la horda descerebrada, sin criterio, la cacarea sin más. La adoración al adalid lleva a eso. La contraseña se lleva a rajatabla, no se discute.

Por eso pretenden una educación aberrante para que el ciudadano, sin criterio propio, pueda ser fácilmente manipulado y no tenga conciencia de lo que pasa a su alrededor. Como al borrico al que se le colocan orejeras para que no mire para los lados o se le pone una zanahoria delante para que sólo vaya en una dirección, así nos quieren los que se dicen más patriotas que nadie y que, realmente, utilizan la bandera para defender sus intereses de clase.

No quieren que el ciudadano se entere que los enormes beneficios y privilegios fiscales del gran empresariado financiero del país se hacen a costa de los sacrificios de las clases populares, a las que, sin miramiento alguno, se les está dejando en la cuneta. Por eso estorban los sindicatos, por eso no quieren huelgas que defiendan los derechos del trabajador. No les interesa que el liberado sindical pueda seguir defendiendo a las trabajadoras contra el jefe acosador, que consiga indemnizaciones y mejor trato cuando correspondan porque lo que conviene a los grandes es que haya precariedad en el empleo, se sometan a los asalariados, disminuyan los servicios básicos y retrocedan los derechos sociales y laborales, conseguidos, en buena parte, a lo largo de muchos años de penuria por los sindicatos.

Por eso, los mismos que distorsionan y exageran la cifra de liberados sindicales ocultan la tropa de enchufados que han colocado en las instituciones financiadas con cargo al contribuyente; igualmente, callan que hay casi 8,5 veces más liberados empresariales que sindicales; ponen en entredicho los gastos y el uso del dinero de los sindicatos, pero ¡Y tú más! procuran disipar los 16 millones de euros que los partidos reciben de dinero público cada tres meses ni comentan que la principal fuente de ingresos de la patronal empresarial (Confederación Española de Organizaciones Empresariales, CEOE) es de las subvenciones públicas o que las fundaciones, otro gran invento para beneficio y gloria de los grandes partidos, se han tragado este año que acabó -según recoge el Boletín Oficial del Estado- 900.000 euros de los que 529.849, casi el 60%, se ha ingresado en exclusiva a la Fundación para el Análisis y los Estudios Sociales (FAES) que dirige José María Aznar.

Ya es hora de preguntarse si lo que pretendemos del futuro es una sociedad anestesiada y abúlica o, por el contrario, un pueblo preparado que sepa distinguir entre una disertación honesta y una arenga engañosa. Entre un político serio y un charlatán de feria. En tal caso, tendremos que empezar por informarnos mejor de lo que realmente pasa a nuestro alrededor y no conformarnos con las historias que nos cuentan.

Yo no he dicho nada

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